Traducción inversa

Juicios sumarísimos

Leo en Troppo Vero, la última entrega de los diarios de Andrés Trapiello, el juicio que le merece Camilo José Cela con ocasión de su muerte en 2002, al tiempo que releo en Cuerpos divinos, la suerte de autobiografía póstuma de Cabrera Infante, su divertida y ácida semblanza de Hemingway durante el rodaje de El viejo y el mar.

Para Trapiello Cela fue un "genuino representante de la España cerril" y será más recordado por sus boutades escatológicas que por un auténtico talento literario. Cabrera pinta a Hemingway como una especie de botarate que se bebe un litro de ginebra para desayunar y mea por la borda del barco donde salen a rodar, mientras masculla que orinar sobre mar es "lo contrario de vuelva el polvo al polvo: agua sobre el agua" (esto lo dice en inglés, claro, porque según Cabrera el americano no hablaba bien el español, a pesar de sus juergas pamplonicas y habaneras).

Es habitual, digamos, que los escritores superlativamente tocados por el éxito y la fama merezcan un juicio conmiserativo, cuando no un desprecio sincero, por parte del resto de los integrantes del gremio. Qué tiene ése que no tenga yo, vienen a decir (a mí también me pasa, pero me reprimo: como la literatura la escribo en catalán, ya tengo asumido que la gloria y el público masivos muy difícilmente volverán sus piadosos ojos sobre mis páginas). ¿Tienen razón Trapiello y Cabrera? Tienen derecho a sus opiniones, en todo caso. Al final, Cela y Hemingway se encaraman más o menos sólidamente a sus panteones, pero nos podemos reír un rato jugando a descabalgarlos de tan ilustre pedestal. Sic transit gloria mundi, me temo.

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