Traducción inversa

Kapuscinski y otros mitos

La publicación de Kapuscinski non fiction, de Artur Domoslawski, ha supuesto un pequeño terremoto a propósito del uso que se puede hacer, en periodismo, de las estrategias de la ficción. Domoslawski ajusta cuentas con su antiguo maestro y se dedica a olfatear en sus libros el rastro de todo aquello que no sea verificable. Como es lógico, su rastreo le lleva a encontrar algunos episodios en donde el viejo periodista polaco utiliza un mecanismo al que llamaba "intensificar la realidad", como cuando confiesa repetidamente haber estado a punto de ser fusilado. Es lo que ocurre cuando el periodismo (la realidad) va al encuentro de la literatura (la ficción). Escandalizarse aún por eso me parece un oficio de pijos desocupados.

Si somos un poco honestos y estamos a favor del sentido común, lo único razonable es reivindicar la antigua distinción entre información y opinión. Un periodista que escribe su gran reportaje o crónica en forma de libro tiene perfecto derecho a fabular para dar forma literaria a los hechos que cuenta. Del mismo modo, todo gran novelista usa información real para elaborar sus ficciones. Esta ósmosis fecunda es una conquista de la escritura moderna. Renunciar a ella por pruritos supuestamente deontológicos  no deja de ser una profiláctica estupidez.

Fusilar a Kapuscinski porque literaturizó su mirada es no haber entendido nada. Al fin y al cabo, como dijo Joan Fuster, hay veces en que hay que exagerar la  verdad para hacerla creíble. ¿Periodismo? ¿Literatura? Dejémoslo simplemente en la voluntad de interpretar el mundo siendo fiel a su esencia. Y, de las formas, j’en ris.

Más Noticias