Traducción inversa

Consideraciones sobre China

Liu Xiaobo dejó su silla vacía en el lujoso salón donde se le tenía que entregar el premio Nobel, pero eso no va a empañar más que unos instantes la extraña fascinación que despierta hace tiempo el gigante asiático. Cuando la crisis nos golpea con toda su crudeza, son muchas las miradas que se posan en esa economía boyante gracias a cuyos ahorros aún rueda el mundo. China emerge, de pronto, como la inquietante metáfora de un futuro probable, demasiado probable. Al fin y al cabo, su modelo representa la unión de lo peor del comunismo (el autoritarismo y la falta de libertades) con lo peor del capitalismo (la explotación de la mano de obra), pero de esa doble negatividad emerge una luz que deslumbra a Occidente. Esa luz la hace aparecer, para los más incautos (o quizá los más vanguardistas), como el sistema económico y político ideal.

Mientras el imperio americano llega a su ocaso de despilfarro y acaricia de nuevo el aislamiento, mientras Europa perece en la integridad de sus principios ilustrados y sus derechos humanos, China es un continente virgen dispuesto a enseñarle al mundo cómo se puede producir a bajo precio y no tolerar ni una maldita huelga. He ahí un síntoma inquietante. En un mundo enfermo, quien aguante mejor la fiebre es el que sobrevivirá.

Creo que fue Umberto Eco el que nos alertó con una metáfora ecológica pero también sistémica: cuando los chinos comiencen a usar papel higiénico, el mundo temblará. Muy bien, pues ese día ha llegado. Y no es que el confort, a lo largo de la Gran Muralla, se haya vuelto ecuménico. Es que la mierda ya llega por la cintura.

Más Noticias