Traducción inversa

Racismo

Es obvio que el racismo se basa en miedos atávicos, en emociones que informan al ser humano desde los albores de la especie. Nada más fácil que pensar que alguien con otro color de piel, con otras costumbres o con otras vestimentas es necesariamente un peligro potencial. Y, sin embargo, la razón y la experiencia nos dictan que eso no es así. El racismo no resiste un análisis en frío, pero el problema no es la pigmentación de la epidermis. El problema es la capacidad de raciocinio de nuestros semejantes.

Si, como asegura el aforismo de Valentí Puig, "cada vez hay más gente y menos personas", no hay nada de extraño en asistir al triunfo de la xenofobia, caso de Catalunya en las últimas elecciones. Allí parece haberse desatado una feroz competición entre el PP y Plataforma per Catalunya para ver quién es más cateto en materia racial. Se da la paradoja, entonces, de que tipos que se rasgan las vestiduras con escandalosos lloriqueos porque en Euskadi Bildu acceda a la diputación de Gipuzkoa consideran normal que Xavier Garcia Albiol sea alcalde de Badalona.

Yo no sé qué es lo "normal". Supongamos que normal sea simplemente aquello que consideramos normal. Quizá alguien considere que los gitanos rumanos son peligrosos porque algunos son ladrones, pero si es el mismo espectador que aplaude las peroratas de Mario Conde en Intereconomía (hablando de ladrones...), entonces algo falla. No me convencen los racistas. Apelan a lo que en nosotros queda del cerebro de los reptiles. En ese limo chapotean pero, por desgracia, nunca se hunden del todo.

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