Traducción inversa

Judíos, palestinos, humanos

Se pregunta Tony Judt, en El refugio de la memoria: "¿De verdad que no somos judíos por ninguna otra razón que porque Hitler trató de exterminar a nuestros abuelos?". La cuestión es de permanente actualidad en los últimos cuarenta años. Judt, oriundo de una familia hebrea poco religiosa, también pasó su etapa exaltada al respecto. Su etapa de kibutz y de emociones intensas relacionadas con la construcción del Estado de Israel. Esgrimir continuamente la Shoah para defender su política, sin embargo, acabó por parecerle un "abuso insensato de la memoria". El judaísmo que él acabó prefiriendo era el del cuestionamiento colectivo y el de las verdades molestas.

En realidad, si el asunto es tan candente ahora como cuatro o cinco décadas atrás es porque se nutre de paradojas inquietantes. Habría que saber, por ejemplo (y lo recuerda Ana Carbajosa en el libro Las tribus de Israel. La batalla interna por el Estado judío), que muchos de los pacifistas israelíes –o las pacifistas, porque abundan más las mujeres entre ellos- son descendientes de supervivientes del Holocausto. Cuando digo pacifistas, me refiero a esa meritoria minoría de judíos usualmente askenazíes (originarios de Europa) que abominan del trato deparado a los palestinos. Frente a ellos, los judíos mizrajíes (originarios de países de Oriente Medio), mayoritariamente votantes del derechista Likud, suelen demostrar menos complacencias ante el hecho palestino.

La memoria del Holocausto, claro, penetra, complica e inunda de lleno el problema. Los miedos de Israel ante sus vecinos árabes (y a los propios árabes israelíes, que viven dentro de sus fronteras legales) conectan con el horror de las cámaras de gas. Y, automáticamente, abolen todo razonamiento.

Que los abuelos que escaparon al horno crematorio tengan ahora nietos contrarios a la violencia contra los palestinos me parece una digna justicia poética. Nada se construye con la exclusión –ni mucho menos con la muerte- del otro. Y nadie mejor para saber eso que alguien que escapó al destino más cruel imaginado por el hombre.

Tony Judt, como muchos judíos liberales norteamericanos, era escéptico ante la propaganda israelí. Israel tiene derecho a existir -faltaría más- pero Palestina también. Convivir en una misma tierra no puede ser más complicado que ser simplemente humanos con todas las consecuencias.

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