Traducción inversa

Un poeta mudo

Nada más oportuno que otorgar el Premio Nobel de Literatura de este año a un poeta mudo. Tomas Tranströmer, en efecto, tuvo un ictus hace unos años, cuya consecuencia más inmediata fue quedar privado del habla y paralizado de medio cuerpo. Ahora responde a las entrevistas por correo electrónico, porque ni siquiera el mermado concurso del cuerpo puede evitar que el alma digital, orgullosamente contemporánea, transmigre a voluntad para celebrar el acontecimiento.

Un poeta silencioso sirve bien a las necesidades simbólicas del presente. Al fin y al cabo, en buena parte del mundo los escritores –los servidores obcecados de la Literatura- somos un cero a la izquierda a los que se conmina a amenizar y no elevar la voz (como el hilo musical). Observemos lo que ocurre a ambos lados de los Pirineos. En Francia, por decir un caso donde lo literario aún goza de prestigio, los nuevos libros de un consagrado como Michel Houellebecq (La carte et le territoire) o de un recién llegado como Laurent Binet (HHhH) son recibidos como acontecimientos sociales de primer orden, y sus ventas van en consonancia. El premio Goncourt es el emblema exacto de esta apuesta feroz por la calidad: su dotación es de 10€ (diez). En cambio en España lo que vende y lo que rellena los espacios culturales son los 600.000€ del Premio Planeta, que galardona libros indudablemente "entretenidos" (y, en algunos casos, incluso buenos).

El modelo español, el modelo francés. Un poeta sin habla parece el vaticinio más  razonable en favor del triunfo de la primera vía, ¿no creen ustedes?

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