Traducción inversa

Valencia existe, sin embargo

  El baile de imputados en el País Valenciano es verdaderamente digno de Roman Polanski. Ya no es sólo Camps y los otros maniquíes del caso Gürtel; ahora se nos anuncia que el fiscal anticorrupción pide, al fin, dos años de cárcel para Carlos Fabra, y esto sólo es el principio de una gran amistad. Por si faltaba algo, no deberíamos olvidar que Federico Trillo es diputado por Alicante: seguro que sus electores están también contentísimos de verse representados por un héroe shakespereano de su altura moral.

  Todo este desfile impúdico ha conseguido algo que se antojaba improbable: situar el País Valenciano en el mapa comunicativo de España. Antes Valencia sólo aparecía en las noticias por algún suceso extraordinario –inundaciones, accidentes, reyertas-, o por ese apogeo lúdico de lo efímero y soberbio homenaje al despilfarro que es la noche de la cremà. Ahora, sin embargo, cada valenciano puede presumir ya de su cuota de famosos: el que no ha trincado un traje ha falsificado un documento público, y no olvidemos que de los icebergs sólo vemos la puntita.

  Pues qué quieren que les diga, casi prefería el anonimato de antes, el dulce aroma de la inexistencia. Por supuesto, hay otra Valencia. Hoy mismo se inaugura, en el museo del Prado, la mayor antológica dedicada nunca a Joaquín Sorolla. Sorolla tuvo, durante mucho tiempo, mala prensa, puesto que su golosa luminosidad mediterránea casaba mal con el tenebrismo ideológico del noventayochismo, extasiado ante el adusto páramo castellano. La Valencia positiva, alegre, compasiva está sin embargo en sus cuadros. Toda una lección de obra bien hecha para una época de infames.

Más Noticias