Traducción inversa

Olla de calabaza

Para hacer la olla de calabaza hay que disponer este dulce vegetal en trozos pequeños, junto a una patata y una cebolla también cortadas. Todo se pone en el puchero y se añade agua. Luego necesitamos un hueso de jamón y otro de espinazo de cerdo, que serán los encargados de las vetas profundas del sabor. Con todo esto flotando en un pequeño lago, cuando el agua hierve se vierte un chorro de aceite de oliva virgen, y se deja cocer. Así se ha hecho siempre en casa esta olla. Mientras la preparo, oigo en la radio el discurso de investidura de Mariano Rajoy. Es el discurso del que todo el mundo espera –y teme- esas famosas medidas que deben servirse calientes a la señora Merkel. La canciller alemana está sentada con sus colegas europeos y es muy exigente con el menú. Cualquier cocinero temblaría ante una comensal tan voraz y, al mismo tiempo, tan sutil. Pero Rajoy no dice mucho, de entrada. Hay que ser austeros, hay que apretarse el cinturón, hay que recortar pero, ¿de dónde?

Todo es un misterio. Mientras tanto, la calabaza está en su punto. Entonces hay que poner el arroz. Este es el momento decisivo. Si se echa mucha cantidad, el guiso sale apelmazado. Si se echa poca, resulta caldoso. Sólo la cantidad justa permite la fusión entre la calabaza, la patata y la cebolla con el fondo de sabor de los huesos en un magma fino y delicado. Con la economía pasa igual: demasiada austeridad nos llevará a la recesión. Y Rajoy, como cocinero, no busca la estrella Michelin. Dice que sólo quiere rancho para todos. Pues que lleve cuidado con el arroz.

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