Traducción inversa

Vuelve Dickens

En apenas un mes, el próximo 7 de febrero, vamos a celebrar el bicentenario del nacimiento del novelista inglés Charles Dickens. Como sus libros gozan aún de amplia difusión y hay muchas películas que los han adaptado (la última, el Oliver Twist de Roman Polanski), es difícil que cualquier ciudadano medianamente culto no identifique alguno de los argumentos más característicos del novelista de Portsmouth. Su crítica de la sociedad victoriana dibujó personajes inolvidables –burgueses, prostitutas, niños marginados- con los que la revolución industrial tejió sus primitivas injusticias y sus ásperas insalubridades. Incluso se podría decir que eso que ahora llamamos "los mercados" dan sus primeros zarpazos en las páginas de este agudo pintor realista.

Doscientos años después, la vigencia de Dickens es incuestionable. No hay más que leer el informe "El impacto de las medidas de austeridad en los hogares con niños", del que se hacía eco hace unos días el corresponsal en Londres de este mismo periódico. En cinco años, y gracias a la "austeridad" de Cameron y a la reducción de las prestaciones sociales, Gran Bretaña contará con medio millón más de chavales viviendo en la más absoluta pobreza. Como en un pasaje de Oliver Twist, un millón de manos se agitarán en el tercer país más rico de Europa reclamando comida o en algún caso birlando carteras para poder comprarla.

De pronto Dickens, que era una pieza ilustre del pasado, se resuelve en una suerte de lúcido profeta. La historia se repite. Y siempre pagan los mismos los platos rotos.

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