Traducción inversa

Literatura y balompié

La semana pasada, en el ciclo "Lecciones y maestros", organizado por la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, intervenía el escritor Luis Mateo Díez. Estas ambiciosas jornadas estaban dedicadas a la contribución de "los grandes autores" a "la gran biblioteca universal del conocimiento del alma humana". Mateo Díez, que es un escritor sugestivo y de obra sólida, se explayó explicando que él era "un escritor de ficciones que hace en lo ajeno, en lo extraño o extranjero, todas sus conquistas". Y luego aprovechó para lanzar una andanada contra la "metaliteratura" o "literatura del yo", que según este autor "nos emparenta, si nos descuidamos, con ese placer avaricioso de quien se mira el ombligo".

  Hombre Mateo, pues qué quiere que le diga. ¿De verdad hay tanta diferencia entre escribir en primera persona o hacerlo en tercera? ¿Me podría usted diferenciar lo que haya del ombligo de Proust en À la recherche du temps perdu y lo que hubiere de "ajeno" en esta obra fundamental de nuestro tiempo? Cada vez que se plantea esta supuesta polémica entre la ficción y la autobiografía me parto un poco de risa, para qué voy a ocultarlo. Es tan ingenuo pensar que el Quijote no es una extensión de una parte de Cervantes (y Sancho Panza de otra, claro), como que El quadern gris no supone la novela más conseguida de ese escritor de no ficción tan mayúsculo como fue Josep Pla. ¿Por qué deberíamos renunciar a unos en favor de otros? No sabía yo que la literatura fuera como un partido de fútbol. Claro que, a lo mejor, es esa la auténtica razón de por qué no me gusta el fútbol.

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