Traducción inversa

Cuentos sobre la infelicidad

A primeros de este mes murió Shi Pei Pu. Puede que este nombre no les diga nada, pero seguro que recuerdan las diferentes obras que se inspiraron en su extraña historia: la pieza de Broadway M. Butterfly o la película de David Cronenberg del mismo nombre. Shi Pei Pu era cantante en el Pekín de los años 60 y tenía buenas relaciones con los círculos de diplomáticos extranjeros en esa capital. En 1964 conoció allí a Bernard Boursicot, contable de la embajada francesa, y tuvieron relaciones íntimas. Lo más peliagudo del caso es que Shi convenció a Boursicot que era una mujer y mantuvo esa arriesgada hipótesis bajo sus sábanas. Shi era realmente un hombre muy guapo, con esa belleza andrógina que está en la frontera entre la masculinidad y la feminidad. El joven e inexperto Boursicot, de alguna manera, cayó en la trampa, o se dejó arrastrar por una pasión turbadora.  El resto de la historia es conocido: los chinos hicieron chantaje a la pareja y obligaron a Boursicot a hacer de espía en su favor. Los amantes se reencontraron en Francia, Boursicot conoció allí el verdadero sexo de su amante y ambos fueron condenados –y luego indultados- por espionaje.  Ahora que ha muerto Shi Pei Pu casi al mismo tiempo que Michael Jackson, es natural relacionar estos casos en las antípodas, pero curiosamente cercanos. Al fin y al cabo, Shi decía que era una mujer encerrada en un cuerpo de hombre, y Jackson fue un afroamericano enfermizamente dedicado a sacar a la luz el blanco encarcelado tras su rostro negro. Ambos representan el desajuste entre ser y querer, el gran baile de máscaras de nuestro tiempo.

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