Traducción inversa

Bárcenas, retrato parcial

  Va pasando el tiempo y Luis Bárcenas, el tesorero del PP, se va convirtiendo –con su busto senatorial, sus patillas nevadas, sus camisas de raya ancha y su moral inexpugnable de macho alfa- en un personaje fascinante. Cada cosa que dice, cada cosa que hace y, especialmente, cada cosa que no dice y cada cosa que no hace completan su retrato público, añaden matices a una composición necesariamente en blanco y negro.  ¿Qué sabemos de Bárcenas? Sabemos que es tesorero y, siendo tesorero, sus cuentas no están nada claras. Sabemos, además, que él conoce interioridades de su partido, de sus colegas, de la turbiedad de sus aguas, que estaría dispuesto a revelar si algunos insisten demasiado en que debería dimitir. Por otro lado, no deja de resultar significativo que, en un partido donde todos ponen o retiran la mano sobre el fuego para exculparse unos a otros de tantos pecados, él la deposita suavemente sobre la Biblia para exorcizar la amenaza definitiva: la financiación irregular de todo el tinglado. La Biblia, a diferencia del fuego, no abrasa las extremidades físicas, pero la astucia en su uso puede servir para anestesiar convenientemente ciertas conciencias.  Me gustaría saber más sobre Bárcenas. No a qué precio compra y vende las acciones de Endesa ni qué demonios sabe de Mariano Rajoy o de Esperanza Aguirre sino qué tipo de libros lee, qué música escucha, qué clase de libidinosidades alicatan sus sueños. Seguro que, llegado el punto, dimitirá con la misma elegancia letal con que maneja sus cuentas y sus informes secretos. Ese momento, se lo aseguro, será digno de contemplarse.

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