La trama mediática

Los rojos no usaban corbata

07-05.jpgCuando el ministro de Industria, Miguel Sebastián, rechazó la ñoña corbata que le ofrecía el presidente del Congreso, José Bono, no imaginaba que su gesto acabaría provocando un debate nacional sobre usos indumentarios. Para El Mundo, el asunto tiene tal magnitud, que no dudó en dedicarle ayer un editorial titulado Entre termómetros y corbatas, en el que pudimos leer, por ejemplo, que "existen argumentos sólidos tanto por parte de los defensores como de los detractores de la corbata como signo de respeto institucional. En todo caso debería haber una norma de funcionalidad en los momentos en que el Gobierno ejerce funciones representativas, y en el banco azul sin duda lo hace".

Fiel a sus añejas señas de identidad, ABC rescataba del desván de la Historia los manuales de urbanidad al señalar que "las buenas costumbres aconsejan vestir con esta prenda a los caballeros, en especial, si se encuentran en los escaños del Ejecutivo". Unas páginas más adelante, el periodista Ignacio Camacho denunciaba el camino hacia la anarquía textil abierto por el ministro: "Se corre el riesgo de que los funcionarios acaben yendo a trabajar en camiseta y calzones cortos, sin descartar que los sindicatos revindiquen la informalidad en el vestir como derecho laboral. Quizá no esté lejano el día en que veamos a un ministro –o ministra, claro– en chanclas, como ya se vio en su día a la secretaria de Estado Leire Pajín",
recordaba.

Eso aún es suave si se compara con del rasgado de vestiduras de Isabel Durán en la madrugada del jueves en Radio Intereconomía: "A mí me parece de bochorno. También pueden empezar a eructar, a descalzarse, porque, claro, se pasa menos calor descalzo que calzado, o también pueden ir en traje de baño porque es más fresco ir en traje de baño que protocolariamente como mandan los cánones. Porque si no, a partir de aquí, que se pongan a hacer escupitajos o que eructen porque es más cómodo, más sano, se queda uno estupendo", clamaba la ofendida y un tanto escatológica opinadora.
Con todo, nadie puso tan alto el grito en el cielo como Alfonso Ussía, que comenzó así su artículo de ayer en La Razón: "Un ministro en el Banco Azul del Congreso descamisado es, como poco, un grosero". Más adelante, añadía: "Bono tendría que haberle puesto la corbata personalmente, y apretándole mucho el nudo, por faltón. Este ministro va al Congreso como si fuera a Benidorm a presidir un concurso de paellas". No satisfecho con la cera repartida, el belicoso escritor aprovechaba para atizar un pescozón como de pasada a Gaspar Llamazares: "Que Llamazares vaya al Congreso sin corbata entra dentro de lo correcto, porque también las corbatas tienen derechos adquiridos al paso de los siglos y hay que respetarlas".

Unas palabras gruesas de Anson

Curioso, que el mismo día que se desataba este clamor por el decoro, encontráramos en las páginas de El Mundo un artículo de Luis María Anson sobre las supuestas relaciones entre ETA y las FARC que terminaba con este exabrupto: "En Moncloa callan como putas, claro". ¿Lo escribiría con la corbata puesta?

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