La trama mediática

Un abajofirmante cabreado

07-11.jpgProbablemente, bajo los efectos de un batido de ajo en mal estado, el firmante del manifiesto por la lengua común, Félix de Azúa, sacó ayer en El País su martillo de despanzurrar herejes y se lió a trompadas dialécticas contra quienes no han hecho genuflexiones ante el inmaculado texto. La tunda era urbi et orbi, pero con dedicatoria particular para un diario que ustedes conocen muy bien: "Los más delirantes no eran los viejos amigos del Avui o del Punt Diari, sino los desconocidos del ilegible diario Público, órgano del presidente del Gobierno central; o sea, del Estado", escribía, como la sartén que le recriminaba al cazo su suciedad, desde el buque insignia del Grupo Prisa.

En otra puesta en práctica del "adelántate, madre, para que no te lo llamen", el enfurruñado Azúa mecanografiaba frente al espejo: "Los nacionalistas con mala conciencia siempre quieren que todo el mundo sea nacionalista para así quedarse más aliviados y compartir la culpa".

Después de despotricar con nombres y apellidos sobre cualquiera que hubiera encontrado un pero a su catecismo de la única lengua verdadera, el autor de Historia de un idiota contada por el mismo –no es coña, esa novela la escribió él– se quedaba definitivamente tranquilo profetizando poco menos que el apocalipsis: "Deja abierto algún puente para que, cuando lleguen los hijos de Bin Laden a quemarnos (vivos o en efigie), los cuatro gatos que aún nos tomamos en serio a este país podamos salir arreando hacia lugares más democráticos, menos violentos, más civilizados", le decía a uno de los disidentes del manifiesto.

Aquí, ¿quién era el que de verdad deliraba?

Federico J. se traga sus palabras

Pongamos el continuará... a este folletón y sigamos con lo que parece se convertirá también en novela por entregas. Les contábamos ayer que Federico Jiménez Losantos había ido contra el ideario de Cope al declararse partidario del aborto en ciertos supuestos. Para apoyar sus tesis, había asegurado que "ha habido monjas violadas que han sido autorizadas a abortar por sus superiores eclesiásticos."

Pues bien, veinticuatro horas y un tirón de orejas de Sus Ilustrísimas después, el turolense se la envainó: "Parece que la noticia no es así. La Iglesia mantuvo la postura de siempre, que el neonato tiene que venir al mundo y que hay que proteger su vida, y después, si acaso, darlo en adopción", admitió el locutor en su programa matinal.

Para echar tierra sobre el asunto, Losantos volvió a repartir estopa a su bestiario particular. Ayer le tocó ración triple a la ministra de Defensa, Carme Chacón, a la que ya había dedicado estas lisonjas en su artículo diario de El Mundo: "La duda que tengo es si Chacón utilizará la Infantería para obligar a la inmersión escolar de la población rebelde de ese pequeño país entre Francia y España". Eso, porque la ministra se había mostrado favorable a la inmersión lingüística en catalán, lo que también le había supuesto que el columnista José García Domínguez le llamara "cenutria" en un artículo de Libertad Digital que terminaba así: "Ay, Carme, Carme, charnega tenías que ser".

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