La trama mediática

Sexo rancio

Les hablaba ayer de un anuncio machirulo de pantalones y de un columnista de La Razón que lo jaleaba. Debe de ser otra campaña de educación sexual del periódico que regala los domingos un ejemplar del vaticanísimo L'Osservatore romano. Se lo digo porque también Martín Prieto se mete a analista de instintos básicos en su último artículo. Espérense lo peor y acertarán: "El hombre está pensando en el sexo prácticamente en cada momento. Las mujeres, dependiendo de su ciclo hormonal, cada dos, tres días, en el mejor de los casos y dependiendo de su cefalea nocturna. Las féminas siempre tienden a asociar el sexo con sentimientos más profundos, como el enamoramiento por ejemplo". A ver qué opina Shere Hite de esto.

Mi sospecha de que se trata de algo estudiado se basa en que, además de este par de progresistas comentarios, hace unos días me topé, también en La Razón, con esta fantasmada firmada por José Luis Alvite: "Una de sus amigas la había puesto al tanto de que, en según qué circunstancias, lo que yo sabía hacer con la pluma era sin duda inferior a lo que era capaz de hacer con la lengua".

¿Y esos amigos franceses de Vidal?

Les tendré informados de cómo sigue el serial, aunque les advierto que puede ser tan decepcionante como el folletón francés de César Vidal. ¿Se pueden creer que en la tercera entrega aún no haya aparecido un amigo de Dijon o Besançon versado en constitucionalismo español? Así, tiene menos gracia echarse a los ojos cosas como ésta: "Aznar optó –con razón– por una política de grandeza en el mundo. Fracasó porque un segmento de la población es partidario del 'que inventen otros', porque la izquierda sólo piensa en el poder cueste lo que cueste y porque los nacionalistas apoyarán todo lo malo para España. El 11-M fue sólo el catalizador". Le falta sal.

Otro merengue que da la liga por perdida: Ignacio Ruiz Quintano, opinador de ABC. Se ve que Ussía crea escuela, porque los argumentos son idénticos a los que les trascribí ayer. Comparen: "Villar está ahí para los casos de duda en las áreas, y para todo lo demás saben que siempre pueden contar con Madrid, cuya industria cultural da pan y cobijo a una emigración catalana comparable a la emigración rusa en París. Se los reconoce en seguida: visten de negro, como los pajes de Felipe II, y en el rostro lucen la típica mueca triste que distingue a los hijos de los pueblos sometidos. ¡Otra de cocido con pernil, tú!" ¿No hablábamos de fútbol?

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