La trama mediática

Monarca al rescate

Solucionada la crisis familiar con el confinamiento de Marichalar a un sótano del Museo de Cera, el rey se embarca en empresas más ambiciosas. Quiten las telarañas de las billeteras, que el usufructuario de la Zarzuela se dispone a llenárnoslas de nuevo. ¿Y por qué lo hace? Porque, al fin y al cabo, es uno más de todos nosotros, según el tierno aleluya que le dedica en La Razón Carmen Gurruchaga: "En estas circunstancias, quién mejor que Don Juan Carlos, una personalidad cercana al pueblo, para tratar de infundir esperanza". Y tan cercano. Seguro que lo ven con frecuencia buscando los productos a punto de caducar del Día o los restos de serie de Zara.

No les cuela la explicación, pero eso es porque son unos malpensados. De verdad, es altruismo en estado puro. Quizá yo no les convenza, pero Alfonso Ussía se los va meter en el bolsillo: "El Rey ha hecho lo que debía y en su momento oportuno. No por mejorar la imagen de la Corona, ayudar al nefasto Gobierno que padecemos o incordiar al Partido Popular. Lo ha hecho para, desde su autoridad moral, detener la caída en picado de este saco vacío de inteligencia y sensatez que responde al nombre de España". Si es que tenemos un monarca que no nos lo merecemos. ¿Por qué asienten? Ah, ya, el doble sentido.

Se busca cirujano de hierro

Lo que no queda claro es si va a buscar el consenso. Total, ¿para qué? Ya dice Enrique López, que siempre cuelga sus togas en la percha de la derecha, que buscar acuerdos es una de tantas molestas rémoras de la democracia: "Ulises ejerció el liderazgo y llegó a buen puerto, Colón lo ejerció y llegó a América. Si hubieran sometido al consenso de sus tripulaciones las decisiones, nunca hubieran alcanzado sus metas".

Les está empezando el tembleque de rodillas, ¿no? Pues me temo que José María Marco -cuarta referencia a La Razón en una sola columna, va para récord- conseguirá que, además, les castañeteen los dientes. Lean: "Nuestra historia sugiere que cuando se llega a esto los españoles añoran –y casi siempre consiguen– un cirujano de hierro, más o menos benévolo y paternal, que les libre por una temporada de la infección de los políticos".

Se pone fea la cosa. La única esperanza es que el rey haga caso a Cristina López Schlichting, que desde Cope le pedía que se hiciera a un lado tal que así: "Señor ¡cuidado! Cuidado, Señor. En un país tristemente cainita, pertinazmente guerracivilesco, una instancia como la Corona es oro puro".

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