La trama mediática

La conspiración laicista

Arderán en el infierno. Sí, sí, ustedes, que se hacen lenguas largas cada vez que un titular -tres al día y subiendo, es la media- da cuenta del penúltimo caso de pederastia en el seno de la Santa Madre Iglesia. Tengan piedad de esos pobres pastores con urgencias inguinales, pero sobre todo, compadézcanse de su superior en el organigrama, que lo está pasando peor que Anne Igartiburu el día que se la lió John Cobra. "Quizás esté siendo la Cuaresma más dura de Benedicto XVI", plañía desde Cope José Luis Restán en una pieza de tintes épico-patéticos titulada "Su luz brillará en el lodo".

Sostiene el doncel de Ratzinger -y que viva la originalidad- que su gurú es víctima de un campaña orquestada por el Maligno y sus múltiples encarnaciones terrenales: "una repugnante operación de caza en la que participan desde distintos ángulos la prensa laicista, la disidencia tipo Küng y los lobbys de los nuevos derechos. Días de plomo y furia en los medios, Pedro de nuevo en medio de la tempestad". Afligidos, ¿eh? Pues verán ahora: "Con una precisión de relojero saltan los casos perfectamente medidos, como bombas que persiguen su objetivo. La prensa destapa historias ya viejas en Holanda, en Alemania y en Austria, muchas de ellas juzgadas y archivadas veinte o treinta años atrás. Material inflamable para construir una historia tan sucia como mentirosa". Ni el mismo Judas se hubiera atrevido a negar con tal convicción. Otra cosa es que cuele.

El arzobispo de Pamplona y el sexo

Pero ya saben que esto va de manos derechas que se alargan hasta el pan mientras las izquierdas (o sea, las otras derechas) se hacen las longuis. Por eso, con la que está cayendo el arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, se acaba de marcar una carta pastoral en la que afirma con desparpajo que "la complementariedad de sexos para la reproducción y por amor se transforma, bajo la falaz y engañosa capa del placer, en métodos y formas de ejercitar la genitalidad que llevan a una corriente tan perversa que desemboca en la corrupción sexual".

¿Mensaje a sus compañeros de fe pillados con el hábito remangado? No es el caso, aunque tal parecería, lo mismo que esta especie de excusatio non petita que deslizaba el mitrado en su ardiente (¿o ardorosa?) misiva contra el vicio: "Si a esto añadimos la debilidad y fragilidad de la que todos somos capaces a causa del pecado, podemos caer en la corrupción más repugnante que se da en el ser humano". Ave María Purísima.

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