La trama mediática

De lo épico a lo patético

Decía un intelectual que el fútbol es un trasunto de la guerra. De la que contaba Gila, a juzgar por la melopea patriotera que lucen los emplumados del fondo a la derecha. "El estribillo de 'yo soy español' atruena la noche como una fluida ola de patriotismo sentimental y desacomplejado", centraba desde ABC Ignacio Camacho un balón rojigualda que Carlos Herrera mandaba a la red en las páginas del vetusto diario: "El miércoles noche, la mayoría de españoles demostró que tiene hambre de nación". ¡Ñam, ñam!

En jugada individual, el editorialista de La Razón clavaba en la escuadra otro Javulani tatuado con el Alcázar de Toledo: "Cuando juega la Selección, la bandera de España alcanza su verdadera naturaleza, no es patrimonio de ninguna ideología y sí de todos los españoles. Igual sucede con el himno que, salvo en actos castrenses, pocas veces es tan respetado". En primera, el periódico de la mancheta azul disfrazaba lo esotérico de científico y, apoyado en un sondeo de su chiringuito demoscópico de confianza, proclamaba: "Los españoles creen que 'La Roja' da una lección de unidad a los políticos".

Nacionalistas son los otros

¿Nacionalismo? Por supuesto que no. Ya saben que a ese lado del Volga mediático, nacionalistas son los otros, los que según voceaba El Mundo en primera, chinchan y rabian. "El nacionalismo catalán inquieto ante el tirón de la selección", era el titular que se completaba con un editorial-molotov que reventaba así: "Esa inquietud de los nacionalistas, que lograron que el Estatut incluya un artículo en el que se aprueba que Cataluña tenga selecciones deportivas propias. Eso es, entre otras cosas, lo que van a defender mañana en la calle con el cordobés Montilla a la cabeza".

También el masajista verbal de Cope, Juan Manuel De Prada, le daba un meneo con linimento al President de la Generalitat. "Pero, hombre de Dios, celebre usted las victorias de España dándose un abrazo con la parienta o con la vecina. ¡Pero abrácese de una puñetera vez y abandone ese gesto de congrio hervido!", le animaba, antes de dejar en el éter esta apología del magreo en nombre de la gloriosa tierra del Cid: "Las victorias de la selección española nos han devuelto las ganas de abrazarnos como españoles de entraña y certeza, y al calor de los abrazos hemos descubierto que el amor a la patria no es pasión vergonzosa ni asquerosita, sino amor actuante y salutífero, como lo es el amor a la propia sangre".

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