La trama mediática

El alfabeto rompe la familia

Caen como panchitos. La mano monclovita echa la caña cebada con gusana de pega, y no hay besugo carpetovetónico que no salte a atravesarse el anzuelo en la glotis. Marchando un gran debate nacional sobre los apellidos, que es mucho más que una cuestión alfabética, según el editorialista de ABC: "Al reformar el Registro Civil, el Gobierno sólo pretende asestar un golpe definitivo al concepto jurídico de familia tal y como todavía hoy se concibe". ¿Para tanto es? Y para más, se engorila el opinador en jefe de Libertad Digital: "Esta agenda izquierdista pasa, como ya hemos explicado en numerosas ocasiones, por subvertir las instituciones tradicionales sobre las que se ha desarrollado y prosperado nuestra sociedad: la familia, la nación, el ejército, la Iglesia, el mercado, la lengua o incluso las costumbres".

En La Razón, reconozcámoslo, se lo han tomado con filosofía, y hasta le han encontrado algo bueno al salomónico dislate: "Los apellidos Zapatero y Rubalcaba tendrán más peligro de desaparecer que el de Aznar", taconeaba en primera página el diario de la mancheta azul. Ni eso consuela a Carlos Dávil, que destapaba en La Gaceta el tarro de las esencias más rancias: "El uso, la costumbre de toda la vida en España, es el apellido del padre primero y luego el de la madre. ¿Que eso es machismo? Francamente, el o la que lo diga es un perfecto gilipollas. ¿Por qué tenemos que aguantar a tanto imbécil?" Eso, ¿por qué?

Mucho Ratzinger

Con tanta algarabía, quedaba casi eclipsada la visita de ese señor de blanco que hace que Cristina López Schlichting entre en trance en La Razón: "El Papa brilla con una limpidez sorprendente. No parece haber tirado de la manta de la pedofilia por interés alguno. Tan sólo se ha inclinado con toda humildad delante de la verdad", se inventaba la realidad la escribidora. Para su probable desazón, Pedro Juan Viladrich superaba su integrismo en La Gaceta: "El tal Benedicto XVI es mucho Ratzinger, mucha solera intelectual e institucional. Un histórico único, excepcional, repleto de conmociones profundas. Y, además, trae a Barcelona y Santiago mucho público, comercio, turismo, marca y, a la postre, negocio". Sobre todo eso.

Antes del Amén, una frase de Federico Jiménez Losantos en El Mundo para que hagan comentario de texto durante el fin de semana: "La gran ventaja de la democracia es poder echar a los malos gobernantes sin tener que fusilarlos o que te fusilen".

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