La trama mediática

Adiós en negro zaino

Fin de fiesta (nacional, claro) en Catalunya. El tendido carpetovetónico clama venganza y señala a los que han dejado a la parroquia compuesta y sin tardes de sangre. "Estocada nacionalista", vocea La Razón. "Portazo a la libertad", se desgañita ABC. "Y ahora, la prohibición", se inflama El Mundo. Pero la botellita y el coco a la portada con mayor crujir de dientes es para La Gaceta: "Los independentistas descabellan la Fiesta en Cataluña".

El editorialista del pasquín intereconómico se reserva otro titular de trapío: "Más cornás da el nacionalismo". Quedan exentos de su prosa, pero a cambio, ahí les va la de Carlos Dávila. Esto no se va a quedar así: "En todo caso, aviso a estos navegantes (Sistach, me imagino, entre ellos) que dan por cerrada la historia de España en Cataluña: desde todos los puntos de lo que ellos llaman despectivamente 'el Estado', denominación fascista donde las haya, vamos a defender la supervivencia de una tradición que sólo molesta a los que quieren borrar de Cataluña cualquier impronta de España. Estamos con la Fiesta Nacional, lo decimos hoy". Oído, cocina.

Mariano, arréglalo

¿Y quién va a devolver el trigo a su dueño? El editorialista de El Mundo pone tarea a Supermariano: "Un atropello a la libertad que el PP tendrá que subsanar". Desde la sección El Puntazo de La Razón (tanta lágrima y ni siquiera le dan un editorial), le regalan al componedor un argumento para desfacer el entuerto. Que reclame el derecho a decidir: "El sectarismo y la inquina nacionalista han provocado que se vincule la libertad con la Fiesta, así que los catalanes ya tienen otro motivo de peso para reivindicarla: defender el derecho a elegir libremente".

Si se han perdido, no se encontrarán en la finta del editorialista de Libertad Digital, que acaba de decretar que los catalanistas no soportan Catalunya y por eso se la quieren cargar. Lo que leen: "Su obsesión por separar a los catalanes del resto de sus compatriotas revelan que Cataluña no les gusta, que Cataluña les irrita, que Cataluña necesita mordazas, decretos y golpes de hoz –como pide su manipulado himno oficial– para ser como debiera".

A modo de bonus, Alfonso Ussía apuntilla desde La Razón: "En veinte años, Barcelona ha pasado de ser la ciudad más avanzada y acogedora de España a una inmensa y bellísima aldea que recela de todos los que del resto de España acuden a visitarla".

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