La trama mediática

No les toquen los restos

Sí, sí, lo de los huesos del bajito de Ferrol será un cebo, pero da gloria ver con qué ansia se han lanzado a picar los boquerones diestros. "Franco no se mueve", se planta La Razón en una esquinita de la misma portada que anuncia una bravata de Alfonso Ussía titulada "Majadería final". He aquí el impetuoso arranque: "Querer ganar una Guerra Civil que se perdió, setenta y cinco años después y triunfando bravamente contra unos huesos, se me antoja una solemne majadería. (...) Pero es que éstos son muy tontos, y prueba de ello ha sido su desmoronamiento social, que a través de las urnas no miente". A modo refuerzo, César Vidal se apunta al festejo con una pieza bautizada "¿Estamos locos o qué?". Quedan exentos de su glosa.

En ABC por fin se dan por enterados de la cosa. Igual que aquel cura respecto al pecado, no son partidarios: "La sedicente memoria histórica es una gran falacia, concedida como un invento para establecer una única verdad oficial y contar una película de «buenos» y «malos» que nunca se corresponde con la compleja realidad de los hechos", brama un editorial. Como complemento, Martín Ferrand se viene arriba: "Se empieza jugando a la resurrección de los muertos, algo prematuro antes del Juicio Final, y se termina asistiendo al denigrante espectáculo de que los representantes del pueblo soberano se insulten y agredan a la salida de un pleno municipal, como ocurrió en Oviedo". Ya, la peluquera riza y el avión aterriza. Lo mismito.

A la rica reforma laboral

Calma, que todo esto lo arregla Mariano sin bajarse del autobús, o sea, del despacho bunkerizado donde hace ofertas que los agentes sociales no pueden rechazar. "O acuerdo laboral antes de Reyes o reforma laboral por decreto", se ufana La Gaceta en primera. ¿Y será buena esa reforma? Pata negra, según el editorialista de Libertad Digital: "Una profunda reforma liberalizadora que simplifique al máximo las modalidades de contratación, conceda la mayor flexibilidad en el seno de las empresas y evite que los costes del despido sean disuasorios para la contratación".

Y ya que están vacunados contra el espanto, un regalo final de Salvador Sostres desde El Mundo: "Siempre que sin escándalo puedo hacerlo, voy al baño de señoras. Procuro no dejar rastro, y si soy sorprendido pongo cara de buen hijo -toda mujer es una madre y piensa que cada hombre es su hijo-, y soy perdonado". ¡Puagggh!

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