Transbitácora

Día 35: mi cuerpo es mío

Día 35: mi cuerpo es mío
Foto: Sharon McCutcheon / Unsplash.

No lo puedo retrasar más. Llevo semanas calentando el banquillo, y el cuerpo me pide que tome decisiones de una santa vez. Después de dar tantas vueltas en el mundo de las ideas, mi chasis material me apura para que salga al campo a jugar.

El primer partido es con Cirugía Plástica. No me puedo creer la suerte que he tenido al tocarme la misma profesional que me reconstruyó tras la mastectomía de 2010. Me saluda con cariño, y recordamos entre risas la escena de la primera vez que pasé por el quirófano, cuando pensó que iba a la operación medio fumada o que me faltaba un agua, como decimos en mi tierra. Viendo mi sonrisa, y preocupada por si estaba negando la realidad, me quiso aterrizar dándome un viaje:

- "Tú eres consciente de que tienes un cáncer de mama galopante, y vienes de urgencia a hacerte una mastectomía radical, ¿verdad?"

Y claro que yo lo era, pero si entraba con buena onda al quirófano -a riesgo de parecerle un marciano a mi cirujana- es porque viene de serie en mi filosofía de vida poner al mal tiempo buena cara. Nos reímos un rato hablando de aquello (su teoría desde entonces es que la gente optimista cicatriza mejor). Y me pregunta sobre el motivo de la interconsulta.

Le cuento que soy una persona trans y que quiero quitarme las prótesis que llevo desde hace una década. Me examina. Para quitar las mamas a los chicos trans se suelen operar por el centro, con una hendidura horizontal. Se vacían, y luego se suturan recolocando los pezones en el centro de la nueva cicatriz. En mi caso no solo va a quedar esa cicatriz central, sino que convivirá con la cicatriz anterior. No me importa. Pero sí me alegra su sugerencia de hacer dos pezones más pequeños, masculinos, a partir del único que tengo, ya que el otro lo perdí por el cáncer. Así no tendría que volver a tatuarme uno falso, con lo que duele.

Salgo muy contento de la consulta, porque además estoy ya en lista de espera para la operación, aunque puede demorarse ahora muchos meses por el efecto Covid.

El siguiente partido es unos días más tarde. Me reúno de nuevo con la gestora de casos de TransCan. Y hago frente, por fin, a la posibilidad de hormonarme.

No es que no lo desee con fuerza. Pero necesito valorar pros y contras. Así que repasamos juntos el listado de riesgos de la testosterona en chicos trans:

  • Hay un riesgo muy elevado de poliglobulia, que es la subida del hematocrito. La sangre se vuelve más densa, y a veces es necesario extraer sangre periódicamente. 
  • También existe riesgo, de moderado a alto, de hepatopatía grave, cuando las transaminasas multiplican hasta por tres el límite superior de normalidad.
  • Y un riesgo, de moderado a bajo, de padecer cáncer de mama o útero.

Es cierto que no son riesgos menores para la salud. En especial, el último es preocupante para la mía, por la posibilidad de una recaída. Menuda disyuntiva. ¿Vivir más años en una cárcel dorada, o poder ser tú mismo a riesgo de tener una vida corta?

Habrá que sopesar. Ese será el tercer partido, cuando me valore en agosto la especialista en Endocrinología del hospital. Una analítica específica servirá para saber qué nivel de hormonación necesito. Me han adelantado que hay varios tipos de testosterona, y se recomiendan dos: la que financia la Seguridad Social, que se administra cada tres o cuatro semanas;  y otra que se pone cada tres meses, que tiene menos efectos secundarios pero cuesta nada menos que 134 euros cada vez.

Tengo mucho interés en saber qué efectos masculinizantes tendría la testosterona en mi cuerpo, y en cuánto tiempo. Según me cuenta la gestora de casos, entre el primero y el sexto mes se empieza a redistribuir la grasa en el cuerpo, proceso que puede finalizar entre dos y cinco años más tarde. Entre el tercer y el sexto mes comienzan la atrofia vaginal (el mismo efecto que ocurre tras la menopausia, con falta de lubricación), y el crecimiento del clítoris. A partir del sexto mes empieza a crecer el pelo facial y corporal, aumenta la masa muscular, se agrava la voz y puede comenzar también la calvicie.

La mayoría de estas consecuencias son conocidas por el gran público. Pero yo, al menos, ignoraba que se produjera una hipertrofia del clítoris, que aumenta de tamaño hasta llegar a seis u ocho centímetros, en lo que se conoce como micropene. No es funcional, pero tiene exactamente esa apariencia. Por otro lado, la testosterona suele provocar aumento del deseo sexual.

Salgo de la consulta con mucha información y con el calendario claro en mi cabeza. Si todo va bien en la analítica y valoración endocrina de mediados de agosto, en octubre ya me estaré hormonando. Tengo verdadera urgencia por agravar mi voz, y empezar a pasar desapercibido dentro de mi género sentido. Aún así, consciente de que estos temas no son fáciles y de que hay mucho que sopesar, mantengo una entrevista crucial con Joana Cabrera Berger, médica y sexóloga, que gestiona la unidad TransCan en la provincia hermana de Las Palmas. Sus palabras llenan de dignidad al colectivo trans, y me colman de respuestas sobre cómo se acompaña en las unidades punteras en España a las infancias trans o a las personas no binarias. Qué bueno es contar con profesionales que aportan lucidez y empatía a procesos de tanto sufrimiento personal.

Y mientras tomo mi tiempo para decidir los grandes temas, voy averiguando también sobre los detalles logísticos, lo que mis amigas llaman el salseo, que también lo hay. Por ejemplo, la existencia de elementos que ayudan a hacer luz de gas sobre los rasgos más femeninos del cuerpo. Están, por lo visto, los binders para ocultar los pechos a presión. Bajo una camiseta son capaces de aplanarlos de forma insospechada. Pero también los packers, unas prótesis que se ponen bajo los calzoncillos, y que sirven para crear un volumen donde no existe. Desde el calcetín de toda la vida doblado de forma ingeniosa, hasta sofisticados dildos que sirven incluso para orinar de pie. Imagino que estos elementos se crearán, especialmente, para ayudar a los chicos trans a pasar desapercibidos, ya que de esto puede depender su seguridad e incluso su vida. Y quizá haya un deseo también, para algunos, de sentirse completos. 

Lo cierto es que, así como las vaginoplastias en las mujeres trans tienen buenos resultados, tanto estéticos como funcionales, las operaciones de reasignación genital para hombres trans tienen aún que mejorar mucho para que merezcan la pena, por lo que parecen ser poco habituales. 

En lo que coinciden las personas trans a las que escucho es en que, hablen de lo que hablen con la gente, siempre subyace en los demás la curiosidad morbosa de saber qué se esconde en  su ropa interior. Lo que no deja de ser una paradoja, porque las personas trans lo somos por un proceso hormonal que ocurre en nuestro cerebro, no en otros lugares. 

Ay, los cuerpos. Cómo nos condicionan. Y cuánto necesitamos estar en paz con ellos. Son nuestra casa, nuestro transporte, la tarjeta de presentación que tenemos para el mundo, el olor y la voz que nuestra tribu reconoce... Un precioso lienzo en blanco para quienes crían. Y la barricada pasional de los amantes. 

El mío empieza a asomarse al mundo, mientras abandona los cauces normativos. Podrá ser una incógnita, pero ahora es más mi cuerpo que nunca. Y, tras haberlo silenciado durante décadas, tomo la firme decisión de perdonarle la libertad condicional en la que ha vivido y de devolverle plenos poderes. Estoy seguro de que va a empezar a sorprenderme.

Por lo pronto, esta noche me quiere sacar a bailar a la luz de la luna llena. Y le voy a dar un sí.

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