La Universidad del Barrio

Feminismos: de qué podemos hablar el próximo Día Internacional de la Mujer, por Noelia Adánez

 

Roxane Gay se ha hecho popular en el mundo angloparlante por sus libros, por su blog y por su cuenta en Twitter. Esta profesora de la universidad de Purdue (Indiana), de ascendente haitiano, vigorosa en su escritura y cristalina en su pensamiento, es además una excelente comunicadora en vivo y una productora de discurso original y sin concesiones a lo políticamente correcto de una u otra especie. Ha escrito, junto con Untamed State, una novela asfixiante y desgarradora, una pequeña colección de ensayos bajo el título Bad Feminist. En los textos que integran el libro reflexiona sobre el modo en que sus experiencias como mujer, negra, retraída en su infancia, víctima a los doce años de una violación en grupo, potencial madre, profesora universitaria y lectora empedernida, han contribuido a que se defina como una feminista, más concretamente como una mala feminista. Roxane_gay_9134940

Hacia el final de esta colección de textos Gay declara algo tan bizarro como esto:

"He fracasado como mujer. He fracasado como feminista. (...) Soy un mar de contradicciones", (p. 314)

A pesar de lo cual afirma que es mejor ser una mala feminista que no serlo en absoluto. Asegura tener claro su compromiso con la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, con la denuncia y la lucha contra la violencia machista, con la defensa del aborto libre, con los discursos y las políticas destinados a erradicar el sexismo que se traduce en desigualdad salarial y subordinación de las mujeres en los ámbitos profesionales y en los lugares de trabajo. Nadie puede dudar que Roxane Gay es una feminista, y si ella se tiene por una mala feminista es porque en el contexto en el que escribe -que es por cierto parcialmente el nuestro- hay una cierta prevalencia de una visión del feminismo propia de lo que lo que solemos llamar la "segunda ola", es decir, el feminismo de las décadas de los sesenta y setenta. Un feminismo más diferenciador que el de las sufragistas y demás luchadoras por los derechos de las mujeres de la primera mitad del siglo XX. Un feminismo más "esencializador" y reduccionista aunque, en su momento, probablemente muy necesario. Gay no se encuentra en una imagen de mujer independiente, combativa en cada gesto, comprometida en todas sus actitudes. No se encuentra, en suma, en esa idealización feminista que por otra parte ha jugado el papel de diana de los detractores del feminismo como discurso emancipador de las mujeres sin más. Y como no se encuentra se niega, pero dos veces, con lo que termina afirmándose, no tanto en lo que la define como en lo que es. Una interesante y sana operación mental que le permite salir y entrar de ella misma, juzgarse y exculparse, todo en el acto único de la escritura. El feminismo es para Gay, como para otras muchas mujeres de su generación, una opción, un derecho del que se puede querer o no querer hacer uso.

 

Karen Offen es una conocida historiadora de las mujeres, los feminismos y el género, ligada a la Universidad de Stanford en California. En su obra Feminismos Europeos de 2000, recientemente publicada en castellano por Akal, define el feminismo del siguiente modo: "es el nombre que se le da a una respuesta crítica integral a la subordinación deliberada y sistemática de las mujeres como grupo por parte de los hombres como grupo", (55) Feminismos europeos.inddSi para Offen el feminismo supone una indagación al servicio de un proyecto emancipador, cabe quizá suponer que su relación con el feminismo viene más en la forma de un mandato que de una opción; más en la forma de un imperativo que de un derecho. Lejos además de percibir las relaciones de género como propiciadoras de tensiones identitarias que hacen de las luchas feministas un repositorio de reflexión crítica permanente, una paradoja en proceso de resolución continua (como afirma la historiadora Joan Scott), Offen señala al feminismo histórico como fuente de enseñanza política, como acervo de experiencia ineludible desde la que seguir trabajando en pro(greso) de la emancipación femenina. Para apuntalar algo tan rotundo y cuando menos controvertible afirma categórica: "se trata de política, no de filosofía" (p. 9) (Personalmente, y en lo que respecta en concreto al feminismo, tengo serios problemas para distinguir ambas cosas. Temo no ser la única).

En cierta medida, la tradición historiográfica a la que remite la obra de Karen Offen, se desarrolla como un desmentido a la afirmación de Simone de Beauvoir (gran perseguidora de esencias) sobre que las mujeres no tienen ni un pasado propio ni una historia propia, razón por la que carecen de los medios necesarios para organizarse como una unidad y plantar cara a la otra "unidad correlativa" (suena a enemigo; recordemos que El Segundo Sexo es de 1949 y que las teoría de Gerda Lerner sobre el patriarcado, que devino en el "verdadero gran enemigo" toda vez que se privó a los hombres de la condición de villanos, son de los años ochenta ...).

Offen explica sobre sí misma, algo poco habitual en los libros de historia: "Personalmente, me considero feminista, y mi forma de activismo además de criar a dos hijas, hacer las tareas domésticas, apoyar a organizaciones que defienden los derechos de las mujeres ... y exigir la historia de las mujeres y el espacio de las mujeres en la profesión histórica, tanto en los EEUU como en todo el mundo, es escribir sobre la historia de las mujeres y sobre la historia comparativa del feminismo. Ahora bien, con todo el debido respeto a los sueños de los utópicos o de otros ingenuos idealistas que anhelan ardientemente un mundo "libre de género", no veo que eso vaya a ocurrir, o que sea necesariamente deseable", 48 Y apostilla, tras enmendar la plana a las voceras de lo queer por utópicas (oye, Karen, que el "milenarismo queer" en parte ya se ha cumplido ...)  con un Vive la différence!

 

En una conferencia pronunciada en 2010, Gayatri Chakravorty Spivak, pensadora heterogénea y extraordinariamente influyente en el mundo académico anglosajón, afirma que antes de conocer e interesarse por el feminismo filosófico, se había producido en su vida un aprendizaje de tipo feminista. Criada en Calcuta en los años cincuenta y sesenta, en el seno de una familia bengalí de clase media, recibió de sus padres una educación mucho más orientada hacia lo intelectual y la adquisición de las herramientas necesarias para desarrollar un proyecto de vida autónomo que hacia su preparación como esposa.  Es con su ingreso en la universidad cuando Gayatri asume la teoría feminista a través de la lectura más o menos completa de clásicas como Beauvoir o Betty Friedan. 300px-Gayatri_Spivak_on_Subversive_FestivalCuando con el tiempo desarrolle su propio pensamiento feminista, el foco de su interés se dirigirá hacia las subjetividades de los/las subalternas, aquellos y aquellas que no tienen voz, que han sido privadas de su propia subjetividad por el hecho de carecer de un espacio propio de enunciación. Reconocerá abiertamente que su feminismo, eurocéntrico, clasista y racista, no tiene potencial emancipatorio alguno fuera de las fronteras del mundo intelectual en el que ella ha habitado. Después de dedicar años de su vida a desarrollar su singular pensamiento y, simultáneamente, a comprometerse con la alfabetización en India, Gayatri está en condiciones de afirmar, con cierta socarronería, que el feminismo se interroga por las diversas maneras en las que la humanidad ha sido poco amable con las mujeres. Algo que, en todos los casos, sucede cuando los hombres colocan su dignidad en las mujeres, es decir, cuando las convierten en objetos, cuando se adueñan de ellas, cuando las colonizan, cuando se las pierde el respeto. En el caso de Chackravorty el feminismo no es una opción o derecho, como lo es para Roxane Gay, tampoco es un mandato derivado de su condición de mujer consciente y activa como lo sería para Karen Offen, es el resultado de promover un programa que responda a la necesidad de construir ciudadanía en un mundo solo parcialmente globalizado. Es el resultado de filosofar haciendo política, de plantear que nuestra forma primigenia de abstracción pasa por la diferencia sexual, y que es precisa una "feminización" en el sentido de una descolonización de las relaciones de género. Este camino, lleva un tiempo proponiéndonos, debemos andarlo a través de una educación estética que refute y disloque lo que creemos ser en beneficio de lo que podemos llegar a ser si logramos propiciar ese sugestivo encuentro entre moral y razón del que nos habla en An Aesthetic Education in the Era of Globalization.

 

No puedo ocultar mi simpatía y mi identificación con Roxane Gay. Al margen de la conexión generacional, comparto con ella una cierta sensibilidad/debilidad literaria y sus tropos anexos (traumas, hiperconciencia, contradicciones, egoísmo moral, esa banalidad occidental ...). Necesito leer a Karen Offen para seguir peleada con mis mayores y para sentirme superada por la erudición de una forma de quehacer histórico que, simultáneamente, detesto y admiro. Ambas referencias me parecen representativas de los feminismos que enmarcan nuestras maneras de pensar qué podemos hacer para superar las desigualdades de género, para revertir la subordinación, la exclusión, las expulsión, la colonización de las mujeres. Pero no creo que haya pensadora viva que me haga sufrir y disfrutar más que Gayatri Chakravorty Spivak. Sufrir por el tiempo y el esfuerzo que requiere la lectura de sus libros, disfrutar por la experiencia liberadora y casi curativa que representan. No conozco a nadie que posea referencias tan certeras y cartografía mental tan profunda para comprender nuestro mundo y que plantee, con relación a la cuestión de la mujer -me hace gracia retomar la nomenclatura del siglo XIX- un programa emancipatorio tan bien fundamentado, tan histórico, tan complejo, tan orgánico, tan posible.

 

Leyendo a Chakravorty Spivak, una participa de la idea (si se tiene la paciencia de leer a un ritmo que no es de este mundo) de que la emancipación femenina no es un derecho ni un mandato, sino un trabajo inscrito en nuestra tradición occidental de pensamiento si queremos ponerla al servicio de los procesos en curso (¿globalización?), para hacerlos aceptables, humanos. En el próximo Día Internacional de la Mujer, ¿estaremos, al fin, hablando de todo esto?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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