La Universidad del Barrio

Migración y Refugio en el Mediterráneo: los agujeros negros de la modernidad

Fundada en 1944, la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) es hoy la más antigua de las publicaciones periódicas españolas dedicadas a la antropología social y cultural. Acaba de incorporar una nueva sección llamada Temas Emergentes y el número que lo inaugura está dedicado a la "Migración y Refugio en el Mediterráneo". La coordinadora de este número, la antropóloga Liliana Suárez explica los motivos que llevaron a abordar esta temática  a dar nuevos aires a la emblemática publicación.

 

Agujeros negros de la modernidad

Creamos este espacio alternativo a la academia para intervenir en un debate público que nos duele, porque es una herida abierta en nuestro sistema de derecho, un agujero negro de la modernidad. Esta metáfora de la física puede aplicarse en nuestro contexto para gráficamente representar cómo ciertos fenómenos históricos de largo recorrido a los que habíamos dado cobertura legal, –como la movilidad humana a través de las fronteras o la huida y el tránsito entre sociedades que nos persiguen y otras donde esperamos vivir mejor– son absorbidos por la fuerza gravitatoria del agujero que los niega. Principios morales, jurídicos y políticos fundamentales en la modernidad, como el  "derecho a tener derechos" de Hannah Arendt, son atraídos hasta su disolución en estos agujeros negros, empujados por las nuevas lógicas de la excepcionalidad, la fragmentación, la meritocracia individual y la mercantilización de los derechos. Las crónicas etnográficas que siguen nos ayudan a entender que hoy en día una ‘frontera’ en el Mediterráneo es más bien un espacio fronterizo sin límites claros; que se crean y recrean nuevas políticas de la vida y la muerte en un contexto neoliberal; que más que una clara dicotomía entre opresores y oprimidos hay zonas grises que nos interpelan, donde intervenimos actores muy diversos, pasadores, policías, ONGs, burócratas, investigadores, políticos, periodistas, vecinos o compañeros de camino. Buscaremos entender qué significan las continuas "crisis humanitarias" con las que los medios nos aturden y acongojan de tanto en tanto, por qué más que crisis debemos hablar de "olla a presión", cuál es la respuesta de Europa y cómo se desterritorializa el control hacia la orilla sur del Mediterráneo, y cómo se extiende este control fronterizo al interior del territorio europeo. Lo haremos, además, de la mano de los protagonistas, los que inician estos viajes y huidas a través de desiertos, fronteras, y mares, siguiendo rutas cambiantes y en gran medida fuera de su control.

Empecé a pensar en la metáfora de "agujeros negros" de la modernidad desde mis investigaciones sobre los menores migrantes no acompañados, sobre familias transnacionales, y sobre los "sin papeles" en España. Los ahogamientos masivos y la desprotección de los migrantes y los refugiados en Mediterráneo sólo están confirmando de manera trágica una tendencia de restricción de derechos y de desaparición de una ética política universalista. La metáfora del agujero negro nos permite intuir la radicalidad de este proceso. John Wheeler, el físico que puso nombre a este fenómeno dijo "un agujero negro nos enseña que el espacio puede ser arrugado como un pedazo de papel...que el tiempo puede extinguirse como una llama que se apaga, y que las leyes de la física, que consideramos como sagradas, como inmutables, son cualquier cosa menos eso".  Creo que igual nos sucede con las bases de nuestra democracia y la cultura de paz instaurada a través de las Naciones Unidas, los derechos fundamentales, la protección de refugiados, entre otros. El agujero negro dentro de nuestra modernidad puede dar al traste con esa sagrada arquitectura ético-política con la que nos dotamos después del la tragedia de la Segunda Guerra mundial.  El Mediterráneo es un lugar paradigmático donde nuestros principios éticos caen en el agujero negro que los succiona, donde nuestros principio más básicos son absorbidos por el campo gravitatorio brutal del miedo, del atrincheramiento de Europa.

Alrededor de este agujero negro no crece la justicia social. Gradualmente, el discurso universalista de los derechos está siendo absorbido por el discurso del miedo y los intereses del mercado. Son malos compañeros de camino y peores asesores políticos. El miedo y el dominio de la mercancía crean un campo gravitatorio fuertísimo a su alrededor de forma que nada a su alrededor puede escapar. Ni la masa, ni la luz. Ni los seres humanos, ni sus esperanzas de encontrar solidaridad y altura de miras. Quizás lo más peligroso es que estos agujeros de nuestra modernidad son, como el fenómeno físico al que emulan, invisibles. No son realidades aparentes, no son enemigos externos. Se dice que son negros porque son invisibles. La sociedad del espectáculo en la que vivimos magnifica nuestra ceguera. Miramos sin ver, observamos desde una pretendida distancia que no obstante nos acongoja y nos hace proclives al miedo. Es un fenómeno antiguo, descrito por famoso poema de Niemoller "Ellos vinieron" (a menudo atribuído a Brech), donde el silencio cómplice acaba volviéndose contra nosotros: "Ellos vinieron a buscarme, y no quedaba nadie para protestar".

Pero esto no siempre ha sido así. Nuestros mayores protestaron y crearon un derecho internacional que obliga a nuestros estados a respetar y proteger los derechos fundamentales de los que transitan el mundo. En particular, y de manera muy clara, de los que huyen de la persecución y el conflicto. La situación actual, en la que Angela Merkel viaja a Turquía a ratificar las devoluciones masivas hubiera sido inimaginable 30 años atrás. Esto es lo que explica y demuestra el trabajo de Fassin con la idea de "economía moral del refugio" que hemos incluido en este número especial de RDTP. La supuesta "crisis de los refugiados" debe vincularse a una tendencia restrictiva, una lógica de la sospecha del otro. Más que el beneficio de la duda, dice el autor, ahora todos los aparatos administrativos que supuestamente garantizan los procedimientos de la Convención de Ginebra exigen pruebas de la persecución más allá de toda duda razonable. Se trata de analizar el cambio no sólo en las normas, sino en los sentimientos que justifican y legitiman una aplicación restrictiva de las normas. Y si no, ¿cómo podemos explicar que los países europeos se nieguen a acoger a estas personas en una situación tan dramática? La globalización de la indiferencia, propia de esta sociedad del espectáculo, y la creación de un imaginario bélico como contexto lo hacen posible. Países como Hungría, que solicitaron refugio y protección ante el implacable ejército nazi hace no tanto tiempo, hoy por hoy rechazan y hostigan a los refugiados atrapados en las fronteras de Europa del Este.

Tener la conciencia tranquila exige hoy en día mucha palabrería sobre ayuda humanitaria que no se está cumpliendo. Al contrario, en algunas ocasiones, como la que actualmente vemos en las fronteras turcas, griegas, macedonias, húngaras, etc., el humanitarismo no es más que la fachada, una retórica que, como dice Ticktin en su artículo, está basada en la idea de emergencia, la inocencia (de las víctimas), la compasión (de los europeos). Pero estos fenómenos no hacen sino confirmar tendencias que las y los antropólogos que estudiamos los procesos de movilidad internacional vemos desde hace décadas. No son sólo emergencias, son resultados de desequilibrios estructurales, del afán extractor de las sociedades del norte que regulan y restringen la movilidad humana para hacerla más lucrativa. El crear una idea de que hay inocentes crea culpables, en general las mafias, sin dejarnos entender que otras formas de canalizar la movilidad evitaría su proliferación. Y el construirnos como compasivos no hace sino perpetuar un imaginario de arrogancia neocolonial que nutre el odio más que prevenirlo. Como decía Federico Mayor Zaragoza, biólogo español que fue presidente de la Unesco, el comportamiento de Europa no hace sino construir el enemigo que aún no tenemos; el se refiere a los niños atrapados entre fronteras que llevarán en su memoria las devoluciones en masa que Europa está financiado y promulgando.

 

Regímenes fronterizos

Hablamos en este número especial de "regímenes fronterizos" para referirnos a unas políticas que no se limitan ni se paran en las fronteras. Por eso incluimos artículos que muestran cómo tanto en nuestros territorios como más allá de nuestras fronteras en países del sur, la larga sobra de estos regímenes fronterizos genera el caldo de cultivo de los "agujeros negros" a los que nos referimos. El análisis de los Centros de Internamiento de Extranjeros, por ejemplo, demuestra  cómo más que una política eficaz de gestión de flujos los datos (los poco datos a los que nos dejan acceder) son herramientas de control dentro de los territorios europeos, formas simbólicas de crear miedo e inseguridad a poblaciones que no tienen sus papeles en regla. El estudio de los que técnicamente se denominan "países de tránsito", como Marruecos nuestro país vecino, y de la externalización de la frontera igualmente permite entender el efecto en la desesperación de gente que busca huir del acoso. Cientos de subsaharianos que malviven en este país, sin capacidad de culminar un proyecto migratorio, quedan atrapados. Poblaciones de "varados" en campos alrededor de la frontera, similares a los que en el otro extremo del Mediterráneo proliferan al calor del conflicto sirio.

 

Liliana Suárez Navaz, Ph.D.

Profesora titular, Dpto Antropología Social, Autónoma de Madrid

Presidenta del Instituto Madrileño Antropología

 

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