Fundación 1 Mayo

Plan Juncker, mucho ruido y pocas nueces

José Campos Trujillo
Responsable de Participación Institucional de la Confederación de CCOO

 

Con el beneplácito de la mayoría de la Eurocámara y las bendiciones de la canciller alemana, Angela Merkel, el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha propuesto un paquete inversor para la recuperación económica dada la lenta y titubeante recuperación de la economía en la Unión Europea, además de una posible recaída en la recesión. El llamado Plan Juncker por el empleo y la inversión es una iniciativa de la Comisión Europea (CE) que atiende la mala conciencia comunitaria sobre sus políticas de saneamiento fiscal a ultranza, y de reformas que, en estos años difíciles, han provocado una fuerte devaluación laboral y una notable caída de la cobertura social. Y es que el reformismo y los recortes han descargado todo su peso durante demasiado tiempo sobre las espaldas de los ciudadanos europeos.

Es de partida una idea plausible, aunque no deja de ser un reconocimiento tácito del abuso de poder e injusticia social perpetrado en la UE sobre las personas, que ha precarizado sus empleos y ha contribuido a mantener un alto índice de desempleo en la eurozona (11,5%), destacando países periféricos como Grecia (26%), España (24%) o Chipre (15%). En total, según Eurostat, son 24,4 millones los europeos sin empleo (18,3 millones en la eurozona) y el paro juvenil en la eurozona llega al 23,5%. Demasiado coste humano incluso para los políticos de Bruselas.

Aparte de la reanimación económica, otro factor de peso para que se haya alumbrado el paquete de medidas Juncker es la necesidad de implementar políticas europeas para atajar la brecha social entre los llamados estados del norte y los de sur. Una asimetría que tensiona las relaciones entre los países miembros y que hace tiempo debiera haberse reconducido a niveles más razonables.

Sin embargo, el plan de Juncker se da en un contexto en el que las medidas de austeridad y los recortes no cesan. Así que lo que Juncker predica, por ahora, no tiene mucha credibilidad. Más parece una declaración de buenas intenciones porque una cosa es predicar y otra dar trigo, pero sobre todo porque este plan de inversión público-privado, que en la exasperante lentitud comunitaria probablemente empezará a funcionar en el año 2016, lo confía todo a la ingeniería financiera. Así, de los 315.000 millones de euros del plan hay muy poco de dinero público, solo 21.000 millones provistos vía presupuestos y a través del BEI. El resto, los dirigentes comunitarios presuponen que será el capital privado el que proveerá. Queda, por tanto, todo este asunto de Juncker al albur del interés de los inversores y a la iniciativa de las empresas.

Con estos escasos mimbres en los próximos tres años, se pretende mejorar las infraestructuras energéticas y de transportes y crear 3,3 millones de empleos. Se estima que el PIB comunitario crecería un 3% PIB. Pero tal como se ha planteado esta iniciativa tiene poco grado de verosimilitud. La Comisión Juncker debería abogar por un plan que realmente sea un instrumento efectivo para combatir la crisis e impulsar la actividad económica y el empleo. Por otra parte, en el paquete de medidas sigue sin ser relevante la lucha contra el fraude y la evasión fiscal.

No obstante, ahora que la nueva CE ya está en marcha sí que es un momento idóneo para darle la vuelta a la tortilla del austericidio cocinado por la troika comunitaria. Se trataría de implicar seriamente a los estados miembros en la aplicación de una estrategia diametralmente opuesta. Me refiero a ese plan Marshall que fue alumbrado en el seno de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y que CCOO suscribió junto a otras organizaciones hace ya dos años y que pasó desapercibido no obteniendo tampoco la atención que merecía por parte de las autoridades.

Este plan alternativo fue propuesto tanto a las instituciones comunitarias como a los gobiernos nacionales. Con él los sindicatos plantean una política más decidida de inversiones públicas a favor del empleo de calidad y el crecimiento. Supondría dedicar el 2% del PIB comunitario a este tipo de inversiones durante 10 años. Esta propuesta social es más que oportuna en un momento en el que algunos se empeñan en levantar muros nacionales para evitar la inmigración y juegan a arruinar la Europa Social.

Hora es de apostar con bastante más rigor que Juncker a favor de un continente mejor donde se restaure el valor del trabajo, se dignifiquen las condiciones de vida de los europeos. Hora es de recuperar la credibilidad en el proyecto común europeo empezando por rescatar a las personas y reduciendo lo antes posible desigualdades, las importantes bolsas de pobreza y la fractura social existente. Para eso es necesario un plan más audaz, posible y creíble por el empleo y, además, instaurar lo antes posible una renta básica europea.

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