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Cárcel de Carabanchel: la memoria viva

Jesús Rodríguez Barrio,
miembro de La Comuna

El día 24 de octubre, un año más, un grupo de personas pertenecientes a asociaciones memorialistas, partidos políticos, asociaciones vecinales y colectivos sociales hemos conmemorado el aniversario de la demolición de la Cárcel de Carabanchel reivindicando la construcción de un Centro por la Memoria, el aprovechamiento de los terrenos actualmente baldíos para equipamientos sociales y el cierre del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) hoy existente en el antiguo hospital penitenciario anexo a la prisión. Hemos exigido, también, el cierre de todos los centros similares existentes en otras ciudades, centros que perpetúan, en la persona de los inmigrantes indocumentados, una privación de derechos humanos similar a la que sufrimos los presos políticos del franquismo. En el acto han colaborado un grupo de jóvenes y entusiastas artistas urbanos (Taller Keller, del centro Tabacalera) que han puesto su arte, excelente y comprometido,  al servicio de la justicia, la verdad y la memoria, pintando una serie de murales en apoyo a todas estas reivindicaciones.

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Mural y grafiti de Por Favor./ Foto Manuela Bergerot.

Se han cumplido siete años desde el derribo de la Cárcel de Carabanchel, nodo central del sistema de prisiones franquista. Aquel gran complejo de inmensas galerías compartimentadas por rejas de hierro, que se iban cerrando una a una detrás de la persona que ingresaba, creando sensación de indefensión y reclusión profunda. Y la visión sobrecogedora de la enorme cúpula central (el "centro") cuyo altísimo techo producía vértigo al dirigir la vista hacia arriba. Un complejo universo separado del resto de la sociedad, habitado por personas privadas de libertad en un país en el que no existían las libertades. Una cárcel dentro de la cárcel. Pero también un espacio de solidaridad y resistencia. Las Comunas de los presos políticos en la Cárcel de Carabanchel producían la sensación de una gran familia solidaria. Para los que ingresábamos desde los interrogatorios y torturas de la Brigada de Información Social, la Comuna ofrecía protección física y moral. Y, curiosamente, en los años del franquismo tardío también un pequeño espacio de libertad para quienes carecíamos de todas las libertades. Frío, gris y sombrío en invierno y asfixiante en verano, aquel espacio carcelario albergó un trozo imprescindible de la historia de nuestro país, entrelazado de forma inseparable con la historia de nuestras vidas.

Pero no somos nostálgicos: nuestra lucha por la memoria de la Cárcel de Carabanchel nada tiene que ver con la preservación de nuestros recuerdos. Para eso no necesitamos placas ni memoriales ni monumentos: no podríamos olvidarlos aunque quisiéramos.

Y tampoco somos vanidosos: la memoria por la que luchamos no es la memoria de nuestras personas. La memoria que importa es la memoria social. Una memoria que preserve para las generaciones futuras lo que significó la Cárcel de Carabanchel como ejemplo de dignidad y resistencia frente a la opresión política y social, frente a la mentira y la injusticia, frente a toda la ignominia que representó la última dictadura fascista de Europa.

El Centro Por la Memoria que reclamamos tendría su lugar idóneo en el único edificio que sobrevivió al derribo del complejo carcelario. No es casual, sin duda, que ese edificio siga ejerciendo las funciones de cárcel. Ahora para personas que (igual que entonces) no han cometido delito alguno. Detenidas y encarceladas, sin ninguna clase de garantías legales, tan solo por haber nacido en un país extranjero y carecer de documentos personales.

Ahora que tanto se habla de refundar esta democracia fallida en la que vivimos, tan sobrada de corrupción y abusos y tan falta de libertades y derechos, resulta más necesario que nunca defender la verdad y la memoria del enorme sacrificio colectivo que representó la resistencia antifranquista y trabajar para garantizar los derechos y libertades fundamentales de todas las personas que viven dentro de nuestro país, sea cual sea su procedencia o país de nacimiento.

Solo se podrá construir y desarrollar un sistema democrático avanzado, basado en libertades reales y en derechos sociales efectivos si las generaciones futuras son conscientes de lo que significó vivir sin derechos y libertades y del enorme coste que representó conseguirlos para los que comprometieron su vida en aquella causa.

Para que la historia no se olvide ni se repita necesitamos justicia, verdad y memoria.

Justicia Universal, imprescriptible y sin fronteras, para acabar con la impunidad de los crímenes del franquismo.

Verdad, para que la historia no pueda ser negada ni falsificada.

Y Memoria, porque la memoria es lo que constituye el fundamento de nuestra identidad.

Sin la memoria no somos nada.

 

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