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Barros de Flandes y lodos patrioteros

Por Antonio Pérez, miembro de La Comuna.

Dícese que Pinochet declaró en algún momento que "los señores Ortega y Gasset" eran sus lecturas preferidas. También se ha dicho que Hitler devoraba las noveluchas de indios y vaqueros que firmó Karl May. Mientras tanto, el Generalísimo Franco fue atraído por Tirano Banderas –quizá porque el título le cuadraba- y el estudioso Freud se deleitaba con Multatuli, otrora famoso y hoy ninguneado. Naturalmente, todo esto no quiere decir que los escritores citados tuvieran alguna relación cívica o política con sus famosos lectores ni menos aún que fueran culpables de sus desmanes ni tampoco acreedores de sus éxitos –dicho sea en previsión de los párrafos que siguen.

Por ello, nos preguntamos: además de "los señores Franco y Sus Palmeros", ¿a quién leen los líderes de Vox? No lo sabemos pero sí nos han informado que terminan sus merendolas coreando a los Tercios de Flandes. ¿Y quién es el plumífero que más tajada saca de aquellos mercenarios a los que hoy llamaríamos paramilitares?: sin duda, el Excmo. Sr. D. Arturo Pérez-Reverte (APR).
Vayamos por partes: es fama que J. Ortega Smith, vozarrón de Vox, acaudilla a los voxistas cuando, tras el banquete, a modo de brindis recitan unos ripios tan inflamados como anacrónicos. El señor O. Smith se sabe de memoria los 23 versos de marras, atribuidos al ‘capitán Acuña’, un españolísimo paramilitar ‘flamenco’ y de los que sólo subrayaremos unos pocos: "pensé poco, recé mucho", impecable retrato de un meapilas en armas... Y, sobre la descabellada y criminal empresa militar contra los flamencos, añade una sentencia no menos verosímil: "que perdiendo ofende a todos/ que triunfando alcanza a nadie/ no quise salir del mundo/ sin poner mi pica en Flandes". ¿Descorazonador corolario?: no, solamente una confesión de amoral arbitrariedad.
Pues bien, estas rimas todo-a-zen no datan del Siglo de Oro ni tampoco de APR sino que fueron escritas en el siglo XX por Eduardo Marquina, un poetastro franquista, académico de la Lengua como APR, quien las incluye en su obra En Flandes se ha puesto el Sol. Cabe señalar que, en este drama versificado, el seudo-milico Acuña se enamora de una indígena –es decir, de una flamenca- y hasta se casa con ella, alarde multiétnico que dudo mucho sea del conocimiento de los voxistas de base. Por ende, cuando se le alegra la andorga, Vox falsifica incluso a su mentor franquista, quizá por parecerles demasiado tolerante.

Hoy, el heredero político y académico de Marquina es APR o, si lo prefieren al ripioso ‘capitán Acuña’ de hace un siglo, le ha sustituido el macarra ‘Capitán Alatriste’. Entonces podemos preguntarnos: los Tercios de Flandes, ¿representan a la mejor España de los siglos XVI y XVII? Si por mejor entendemos la más poderosa nación europea, sin duda. Pero recordemos que la hegemonía española en lo que hoy es Benelux se asentaba sobre una suerte de Legión Extranjera cuya "seguridad laboral" dependía del Terror impuesto sobre los ‘flamencos’... y del chantaje que ejercían sobre sus propios mariscales cuando no les llegaba la soldada. Aquellos Tercios se amotinaron innumerables veces y, lo que fue mucho peor, saquearon campos y ciudades a mansalva (ejemplos: Amberes y Haarlem) Es decir, anticiparon lo que, siglos después, hicieron en España otros tristemente famosos Tercios: los de Regulares, Tabores, Legionarios y etc. que comandaron los franquistas.

De los crímenes ocurridos durante aquella invasión no sólo fueron culpables los Tercios sino también y con mayor responsabilidad, los Reyes de España y los Virreyes que enviaban al Benelux, auténticos sátrapas que instituyeron los cínicos Tribunales de la Sangre y de los Tumultos gracias a cuyas argucias se legalizaron –es un decir-iniquidades como la decapitación en la conocida Grote Markt (Plaza Mayor) de Bruselas de los fidelísimos condes de Egmont y de Horn -y ello pese a que rindieron a la Corona española el inestimable servicio de haber vencido en las batallas de San Quintín y de Gravelinas.
Con el tiempo, la repulsa historiográfica y flamenca, se centró en los crudelísimos excesos del Duque de Alba y la censura –por acción pero, sobre todo, por omisión- se encargó del resto llegando incluso a falsificar un cuadro de Pieter Brueghel el Viejo a quien le impusieron un título de reminiscencias bíblicas, "La matanza de los inocentes", cuando en realidad retrata la manía nacional del robo de bebés –otro negocio de los Tercios-. ¿Cómo esquivar esta censura? Pues, por ejemplo, recurriendo a los archivos de la Casa de Medina Sidonia, un clan que también invadió Flandes pero cuya cabeza, la finada "Duquesa Roja", utilizó sus enormes e incontestables archivos (ver fcmedinasidonia.com) para, con gran generosidad e imparcialidad, "Declarar al Duque de Alba responsable de cuanto sucedió en Flandes, sería injusto para Felipe II, Granvela y otros enterados, creadores del engendro".
Evidentemente, los folletines del tal Alatriste abundan en delitos ventajistas cuya (supuesta) espectacularidad oculta un colosal genocidio. No parece la mejor tarjeta de visita para nuestros actuales emigrantes y europolíticos. Pero es que, al igual que Vox recita a un falso capitán, APR también utiliza la jerga de los delincuentes de antaño para colarnos que aquella jerga se ha transformado en el golfaray de hoy: ¡falso!, la palabra golfo nunca se ha usado en las cárceles y golfaray, tampoco. APR ha tenido un mal informante, probablemente porque se ha apoyado en su hermano José María y éste, en los presos domesticados que lo arroparon cuando este (¿ex?)policía fue condenado a cien años de cárcel por los casos de ‘los joyeros’ y otros no menos sangrientos.

Las artes y las literaturas componen un sustrato que influye poderosamente en las ideologías políticas y viceversa. Una parte de la izquierda española no parece haberse alarmado por el proto-fascismo larvado en algunas obras de éxito comercial –e incluso académico-. En esta sinuosa línea, tanto APR como el voxero O.Smith no sólo se solazan resucitando las menos europeístas páginas de la Historia española sino que, además, las falsifican. Sin embargo, como ya avisábamos en el primer párrafo, ello apunta a que los Smith & Co. se inspiran en Alatriste... pero no lo demuestra. Aun así, sigue siendo evidente que los barros literarios conllevan lodos políticos.

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