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La cárcel de Carabanchel, ¿leyenda urbana?

Por Luis Suárez, miembro de La Comuna.

¿Se puede asegurar fehacientemente que hubo alguna vez una cárcel en Carabanchel? Y, ya puestos ¿hubo alguna vez un centro de detención y tortura en una Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol de Madrid? Quienes padecimos cárcel y torturas en esos lugares, ¿no lo habremos, en realidad, imaginado todo en una especie de pesadilla o sugestión colectiva?

Podría seguir formulando preguntas retóricas, pero creo que su sentido está claro: nada permite hoy adivinar el pasado de aquellos lugares, ningún testimonio o documento oficial transmite in situ su historia durante el pasado siglo. En particular, la pugna en torno a la cárcel de Carabanchel, su demolición y reivindicación, ha devenido en un culebrón jalonado de fracasos que retratan a una sociedad y, sobre todo, a unas instituciones públicas -no sólo locales, sino también en este caso estatales-, que se mueven entre el negacionismo histórico y la cobardía frente al pasado. El último episodio se vivió en el Pleno Municipal de Madrid el pasado 29 de julio.

Enésimo desprecio institucional a la memoria de la cárcel
‘El gobierno municipal no renuncia a la memoria, pero no va a suponer un ejercicio de adoctrinamiento ni un derroche de los recursos públicos’; el memorial ‘solo serviría para dar una visión sesgada de nuestra historia’. Son palabras de Engracia Hidalgo, concejala del PP del ayuntamiento de Madrid, justificando la eliminación de la partida para un ‘memorial’ en los terrenos de la cárcel que había presupuestado el anterior gobierno municipal (Ahora Madrid), según iniciativa en tal sentido presentada por Vox.

El ‘memorial’ en cuestión era, según narran los medios, una ‘instalación informativa’ consistente en un muro que ‘identificase y homenajease al centro penitenciario’. Con independencia de la imprecisión de esta información, el hecho es que la propuesta se movía en el plano simbólico, no se aproximaba ni remotamente al demandado Centro de la Memoria, por una parte, y por otra, no había sido ni consultada ni mucho menos consensuada, que se sepa, con ninguna organización o colectivo de la sociedad civil.

Desde el punto de vista de estos colectivos, la situación producida se resumiría así: 1. A lo largo de la anterior legislatura no se ha avanzado nada en el objetivo del Centro de Memoria Cárcel de Carabanchel; 2. A última hora, el gobierno municipal saliente decide hacer un gesto ‘memorial’ sin encomendarse a nadie, para lo que reserva una partida en el presupuesto de este año; 3. El gobierno entrante de derecha y ultraderecha decide que ni gestos, ni nada, y elimina dicha partida. En definitiva, estamos donde estábamos, pero con una cierta sensación de ninguneo adicional, con una capa añadida de frustración.

Se deduce que la idea de la derecha madrileña en relación a la memoria del franquismo, cuando ni tan siquiera un muro que recuerde la existencia de una cárcel emblemática como la de Carabanchel les resulta soportable, se resume así: que se olviden poco a poco hechos y lugares, que vayan muriendo en el camino los mayores, y que finalmente la respuesta a preguntas como la del título sea: ‘esas no son sino leyendas urbanas, o, como mucho, heriditas que no hay que reabrir’.
De hecho, en ese mismo Pleno, se ha debatido la decisión municipal de paralización de la obra ya iniciada y completada, al parecer, en un 80%, del Memorial del Cementerio del Este (ahora de La Almudena), conmemorando a las casi 3.000 personas fusiladas por la dictadura contra sus tapias entre 1939 y 1944, paralización defendida por la portavoz del PP con el argumento de que ese memorial era ‘sectario e injusto’ y contribuiría a ‘reabrir heridas’.

Vale la pena observar que la derecha en este último caso se ha escudado a su vez en argumentos previos del ya desaparecido Comisionado de la Memoria Histórica, órgano creado por el ayuntamiento presidido por Manuela Carmena, sin consulta alguna con el memorialismo madrileño, y repudiado desde su misma concepción por este debido a su equidistancia -franquistas y antifranquistas-, y por su composición -incluía varios declarados negacionistas.

Una derecha que no reconoce los crímenes del franquismo no es demócrata
Que en materia de Memoria la derecha ‘moderada’ española, pretendidamente demócrata, es una anomalía en el concierto internacional y particularmente europeo, no es sino una perogrullada u obviedad, que, sin embargo, hay que volver a denunciar ante actos que lo corroboran de manera tan palpable como los citados. Sin ánimo ni mucho menos de loar a las derechas liberales europeas, es evidente que, en general, su reconocimiento y abominación de los horrores del nazismo y fascismo, su distanciamiento de las nuevas versiones de estos, su respaldo a la construcción de la memoria democrática y antifascista, ofrecen un contraste chocante con nuestra incivil derecha.

Que la derecha española no es antifranquista -por no decir que es neofranquista, afirmación que requeriría más elaboración-, es otra perogrullada tópica. Es evidente, por otra parte, que no se puede presumir de antifascismo -y por lo tanto de demócrata- sin ser consecuente y nítidamente antifranquista. Y, siguiendo el razonamiento, no se es antifranquista si no se está dispuesto a reconocer, exponer y condenar la existencia de los innumerables crímenes del franquismo.

La eliminación de vestigios ‘incómodos’ y, en general, de la Memoria, es connatural a un sistema de poder infrademocrático, a una cultura predemocrática de la que la izquierda hegemónica ha sido en buena medida cómplice por su tibio compromiso con los derechos humanos, y en particular con el derecho a la Memoria y la Justicia: ‘... la falta de (...) lugares de memoria (...) podrían así ser vistos como la huella superviviente, la perpetuación y el recuerdo presente del miedo...’ (Carmen Ortiz, ‘Lugares de represión, paisajes de la memoria. La cárcel de Carabanchel’, cap. 3, Catarata, 2013). Un miedo que, si pudo entenderse en la transición, es hoy inaceptable y que condena a la sociedad a la mentira histórica oficializada: ‘el "fundamentalismo democrático" intenta cancelar la memoria, incluso destruyendo los espacios en los que la rememoración puede ser encarnada, o introducir narrativas históricas encaminadas a lavar la mancha de la violencia y la coacción autoritaria de la que nació nuestra propia democracia’ (Carmen Ortiz, obra citada).

Agónica y desigual confrontación, clamor popular vs cerrazón institucional
Volviendo a la cárcel de Carabanchel, no creo exagerar al decir que la batalla por su memoria se ha convertido en un culebrón, cuyos avatares conforman en sí mismos un subgénero periodístico y memorialista. Para quienes no están familiarizados con la historia reciente de esta prisión, construida, recordemos, con mano de obra presidiaria semiesclava al finalizar la guerra, estos serían sus 2 hitos principales, tras su cierre como centro penitenciario:

Septiembre-octubre 1998: Cierre y abandono de la cárcel e inicio de la polémica social respecto al destino del edificio y terrenos. Reclamación ciudadana para la conservación del edificio como bien cultural y de la memoria, y para el uso social y público de los terrenos (17 hectáreas). En el debate social generado intervendrán desde colectivos vecinales y ecologistas a entidades culturales, colegios profesionales, centros científicos y de investigación, profesionales de proyección internacional, etc.

Octubre 2008: Demolición total de la cárcel (se inicia el 21, de madrugada) y puesta en marcha de un plan urbanístico residencial cuyo sentido es únicamente hacer caja por parte del gobierno (Ministerio del Interior, propietario del suelo). Oposición vecinal a dicho plan, reclamación de dotaciones sociales (hospital de referencia) y centro de la memoria.

En el curso de esta odisea de más de 20 años se insertan muchas otras escaramuzas y polémicas: la reclamación de la conservación del centro y cúpula del edificio panóptico; las movilizaciones vecinales por el hospital distrital; la colocación de una placa en la portada -único resto del edificio principal (mayo 2008); creación del CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) en el antiguo hospital penitenciario (2005); instalación de murales, maqueta... Sin mencionar manifestaciones, concentraciones, actos públicos, visitas organizadas, etc.

Es interesante anotar que la demolición de la cárcel fue una obra característica del llamado bipartidismo: El PSOE desde el gobierno como principal perpetrador, puesto que era no sólo la autoridad en materia penitenciaria, sino también propietario del inmueble y los terrenos, con A. Pérez Rubalcaba, ministro del Interior, de punta de lanza; el PP desde el ayuntamiento de Madrid -con el entonces alcalde A. Ruiz Gallardón-, permitiendo la transformación urbanística del suelo para posibilitar sus usos lucrativos, residencial y terciario, contra las reivindicaciones sociales.

La negarán mil veces, pero la memoria de la cárcel de Carabanchel renacerá de sus escombros
La cárcel de Carabanchel, y la represión franquista, no son ninguna leyenda urbana; cuanto más se pretenda borrar su existencia, más fuerte será el clamor que reivindique su recuerdo. ‘... la cárcel de Carabanchel continúa viva, aunque sea con una fantasmal existencia, y no solo en su antiguo solar, sino (...) en cosas, documentos, fotos, conservadas en muchas casas de Carabanchel, Aluche y más lejos. Y, más dentro, se conserva y vive profundamente en el recuerdo de muchos de sus forzados y maltratados reclusos’ (Carmen Ortiz, obra citada).

No está de más tampoco subrayar que la memoria de esta cárcel alcanza más allá del marco convencionalmente político. Esta prisión fue también escenario de otras formas de opresión, oposición y de la emergencia de luchas liberadoras en el terreno de los derechos sociales o sexuales, que sobrepasaron también el tiempo estricto de la dictadura, y que interpelaron a toda la sociedad y sus prejuicios, también por supuesto a la izquierda.

El culebrón de la cárcel de Carabanchel se enrolla en un bucle temporal de tal forma que hoy reclama de nuevo la movilización social: El pasado 17 de julio se presentó públicamente en Madrid una Plataforma Ciudadana por el Centro de Memoria Cárcel de Carabanchel, con un manifiesto firmado por representantes de la cultura, el movimiento ciudadano, ecologistas, profesionales, memorialistas, etc. (aquí se puede acceder al manifiesto y firmas). Este acto supone el lanzamiento de un nuevo ciclo de movilizaciones por la memoria de la cárcel, cuyo primer escollo será, como se ha visto en estos días, el ayuntamiento del trifachito presidido por Martínez Almeida. Pero que exigirá también reclamar al ejecutivo ‘progresista’ en Moncloa -que esperemos acabe por gestarse cualquier día de estos-, para que decida si sigue escurriendo el bulto y haciendo objetivamente el juego a la derecha, o bien contribuyendo a hacer realidad el acceso a la verdad, la justicia y la reparación en relación al franquismo.

Nos veremos, una vez más, en las calles, en las asociaciones ciudadanas, en los foros sociales... construyendo la Memoria Democrática de este país y de esta ciudad, contra el negacionismo y el neofranquismo.

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