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Martínez Almeida, Fulgencio Coll y otros fachas del montón

Por Luis Suárez, miembro de La Comuna.

Bonitas navidades nos han organizado los epígonos predemocráticos o neofranquistas que nos gobiernan, sobre todo para quienes residimos en Madrid.

Empezaré por esta ciudad y con ese alcalde que nos ha tocado en mala suerte. En su aún breve mandato, el ayuntamiento presidido por Almeida ha tenido tiempo de tomar al menos dos decisiones graves y profundamente antidemocráticas relativas a nuestra memoria colectiva, como si hubiera tenido prisa por marcar el paquete franquista de su legislatura.

En primer lugar, ha ordenado destruir un memorial recién instalado en el cementerio del Este (actualmente de La Almudena), con los nombres de las casi 3.000 personas que está documentado que fueron fusiladas en sus tapias por el régimen franquista inmediatamente tras la guerra. Sí, destruir, como haría cualquier hooligan nazi, aunque disimulando torpemente con la contrapropuesta de otro memorial en recuerdo de ‘todas las víctimas’.

El argumento es que algunas de aquellas 3.000 personas fueron supuestamente ‘chequistas’ durante la guerra y, por lo tanto, pudieron ser responsables a su vez de la ejecución entonces de otras personas pertenecientes al bando sublevado - autodenominado ‘nacional’. Argumento que por cierto, el actual equipo de gobierno municipal se ha apresurado a recordar, en prueba de su solvencia y objetividad, que ya fue formulado por el Comisionado de la Memoria creado en tiempos de la anterior alcaldesa Carmena.

El ayuntamiento ha sustituido las estelas por una inscripción que es un monumento a la banalidad y al disimulo: "El pueblo de Madrid a todos los madrileños que, entre 1936 y 1944, sufrieron la violencia por razones políticas, ideológicas o por sus creencias religiosas. Paz, piedad y perdón."

Vamos a ver, ¿qué es lo que ni Martínez Almeida ni el extinto Comisionado entienden sobre democracia y memoria? El argumento del ‘chequismo’ demuestra una tal carencia de cultura democrática que nos espantaría si no estuviéramos ya habituados a padecerla como uno de los daños colaterales que la ejemplar transición ha infringido a nuestra sociedad.

En primer lugar, los posibles crímenes que se produjeran durante la república y la guerra contra personas digamos genéricamente de derechas fueron investigados y sancionados en ese monumental ejercicio de venganza y limpieza ideológica conocido como la Causa General, siendo asimismo, sus supuestas víctimas, sobradamente reconocidas y homenajeadas por el régimen, a diferencia, no hace falta decir, de las innumerables e ignoradas víctimas del franquismo.

Por otra parte, no es de recibo equiparar víctimas de guerra, como serían las ejecutadas en las checas por sus actividades ilegales en apoyo de una sublevación militar en curso - entre el 36 y el 39 -, con las de asesinatos políticos en tiempos de paz - desde el año 39 -, como fueron tantos perpetrados por el franquismo en la posguerra, incluyendo a las personas homenajeadas por el memorial destruido del cementerio del Este.

Y, finalmente, lo más grave en términos de principios democráticos: hay víctimas y víctimas. Al igual que en Francia no se recuerda en monumentos públicos a víctimas colaboracionistas ejecutadas con toda razón por su labor en favor de las tropas nazis, y en cambio sí se recuerda a las víctimas de la resistencia; en nuestro caso, tampoco es ética ni políticamente aceptable equiparar a víctimas quintacolumnistas, es decir, colaboradoras con el fascismo -facilitando por ejemplo la eficacia de los bombardeos de la aviación alemana e italiana- contra la población madrileña, con víctimas cuyo delito fue defender la legalidad republicana.

Curiosamente, en este caso Almeida no ha tenido ni siquiera la débil coartada de la presión de su socio Vox, ha sido este un acto de propia vesanía que hace de la ciudad de Madrid una excepción en el paisaje ibérico de la memoria. De hecho, una evidencia más de su sinsentido antidemocrático es que, afortunadamente, en muchos otros lugares de nuestra geografía sí se exhiben ya homenajes nominales a víctimas del franquismo; la diferencia es que, si en estos otros son los fascistas quienes los mancillan con nocturnidad, en el cementerio del Este el bellaco ha sido el propio alcalde malversando fondos públicos.

El otro atropello protagonizado por Almeida y sus secuaces en este mismo campo ha sido el del memorial de la Cárcel de Carabanchel. La anterior corporación municipal había aprobado una partida de 300.000 euros para una obra o instalación de carácter más o menos simbólico, que al parecer simplemente recordaba la presencia de la cárcel en lo que desde hace 11 años es sólo un gran solar.

Pues bien, como es sabido, una de las primeras medidas del actual ayuntamiento fue eliminar dicha partida reasignándola para la compra de vehículos de transporte de caballos de la policía municipal - eso es sensibilidad democrática y respeto a la historia. Las asociaciones memorialistas y vecinales le han respondido colocando un memorial alternativo en el que figuran los nombres de miles de presos y presas.

En resumen, este alcalde acaba el año 2019 exhibiendo ya un historial neofranquista tan negacionista y prepotente como lo es, por ejemplo, en el terreno medioambiental. Y es que Martínez Almeida se ha revelado como un mix insólito de insolvencia y soberbia, atributos que pone generosamente al servicio de cualquier causa innoble.

Pero desgraciadamente, en materia de ofensas a la dignidad democrática el alcalde de Madrid no está solo: en estos pasados días le ha hecho sombra un tal Fulgencio Coll, quien fuera jefe del Ejército de Tierra entre 2008 y 2012, ahora concejal de Vox en Palma de Mallorca, que se ha descolgado con una proclama cuasi golpista reclamando apartar a Pedro Sánchez del poder por constituir ‘un problema para la seguridad nacional’. Este destape totalitario por parte de alguien que hasta hace muy poco detentaba una enorme responsabilidad nos da una pista sobre en qué manos está esa ‘seguridad nacional’, sobre lo poco que cuentan las convicciones democráticas también en la asignación del mando en el seno de las fuerzas armadas.

Para sacarnos de cualquier duda al respecto, la AME (Asociación de Militares Españoles), que representa al parecer a miles de militares no en activo, la despeja en su revista ‘Militares’ de este mes de diciembre con ‘ideas’ como la exaltación del ‘invencible e invicto excelentísimo’ Franco frente a su exhumación; la satisfacción porque las víctimas de la ‘guerra civil’ fueran ‘barridas y reducidas a hojarasca seca’; o la denuncia de las leyes LTBIQ, que promueven ‘la mariconería y el lesbianismo’.

Este es el panorama con el que nos asomamos al nuevo año. La ciudadanía, particularmente en Madrid, hemos sido gravemente desafiados en nuestra dignidad democrática por un gobierno municipal que ha iniciado su legislatura insultando a las víctimas del franquismo. Que no les salga gratis.

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