Verdad Justicia Reparación

Hacia un 8M con memoria. 1. La Semilla.

Por Clara Guriérrez Vega, miembro de La Comuna.

La memoria es una ola en la inmensidad del océano. Al principio, es solo un leve rugido, apenas audible. Nace lejos y a veces tarda en llegar, pero, en su avance, va creciendo, transformándose, y termina por alcanzar a quienes se atreven a cuadrarse ante el océano, interrogándolo. El leve rugido ya no es leve, ahora es espuma que atrapa la vista, y viento que eriza la piel, y aullido que atraviesa los tímpanos. Cuando la ola rompe delante de ti, por un momento, ya no hay océano, solo espuma, viento y aullido, solo memoria frente al olvido.

Desde el ámbito académico se suele definir la memoria como un proceso de elaboración del pasado a partir de la selección e interpretación de unos hechos históricos. En el contexto postfranquista español, la memoria es una vía de escape ante una narrativa oficial asfixiante, traidora y engañosa que pretende imponer el silencio y el olvido.Una narrativa oficial construida desde el poder y para el poder, atada y bien atada. La narrativa de la amnesia colectiva: del no preguntar, del no saber, del no juzgar, del no abrir fosas ni archivos, del no abrir heridas.

En contra de lo que algunos quieren creer (y hacer creer) cuando intentan ridiculizar esta lucha llamando carcas a quienes nos preocupamos por conocer la historia de nuestros abuelos y abuelas, la de la memoria es una lucha del presente. Del presente y del futuro. Es presente porque nosotras, las generaciones más jóvenes, somos herederas de esa cultura de la impunidad. Y es futuro porque la indignación que esto nos produce es lo que nos mueve a sumar nuestras voces a las de las valientes generaciones que nos preceden, en un grito global que seguirá exigiendo, hasta que sea escuchado, verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

Construir memoria no es vivir atrapado en el pasado, sino avanzar por los derechos y libertades. En este sentido, la memoria feminista es la memoria más valiente que conozco, porque interpela al pasado con la mirada puesta en el más valiente de los futuros. Un futuro en el que esos derechos y libertades que otras generaciones pelearon antes que nosotras (y que unas veces estuvieron tan cerca de alcanzarse como otras de perderse para siempre), puedan ser disfrutados por todas y todos. Si la memoria juega un papel fundamental en la construcción de la ciudadanía, la memoria feminista tiene el poder y laresponsabilidad de conectarnos con las genealogías de las luchas de quienes nos preceden, visibilizando lo que históricamente ha sido invisibilizado, nombrando lo innombrable, escuchando las voces silenciadas por el peso de esa Historia con mayúsculas construida desde una mirada patriarcal.

Frente a esa narrativa oficial, la memoria feminista es una memoria abierta y plural, que huye de los hiperliderazgosporque entiende el valor de lo colectivo y que sitúa los cuidados en el centro, haciendo suyo ese lema tan necesario que señala que lo personal es político. La memoria feminista es una memoria horizontal. En ella cabemos todas: las que sufrieron en sus carnes la represión franquista (las presas por abortar, las torturadas por militar, las pobres, las exiliadas, las mujeres trans, las madres de los bebés robados, las internadas en patronatos e instituciones psiquiátricas por vivir libremente susexualidad...) y las que heredamos esa transmisión intergeneracional de la memoria a base de charlas en la cocina con nuestras abuelas.

Los criminales franquistas comprendieron perfectamente la importancia radical de las genealogías, como demuestran los persistentes esfuerzos dedicados a borrar el legado feminista de los años 30. Las reformas legislativas aprobadas durante la Segunda República,como la aprobación del sufragio femenino o la legalización del divorcio, pretendían sentar las bases para favorecer el proceso emancipatorio femenino que en el resto de Europa llevaba desarrollándose desde principios de siglo. Además, en este periodo surgirían organizaciones de mujeres como la Agrupación de Mujeres Antifascistas o Mujeres Libres, que jugaron un papel fundamental en la lucha contra el fascismo. Estos valores suponían una amenaza para el modelo de mujer que la dictadurapretendía imponer, y por ello este legado feminista fue arrasado como parte de un borrado de nuestra genealogía feminista. Un borrado sistemático y organizado que se inicia con el golpe de estado y se extiende hasta el pacto del olvido de la transición.

Igual que los franquistas comprendieron entonces el valor de las genealogías e intentaron destruirlas, sus herederos políticos han entendido hoy lo que está en juego en el terreno de la memoria y están dispuestos a dar batalla. Prueba de ello es aquel infame tuit tras las elecciones del 26 de mayo de 2019, en el que la ultraderecha se congratulaba de responder al No pasarán antifascista con un "ya hemos pasao". Nuestros antagonistas de proyecto histórico (parafraseando a la antropóloga Rita Segato) están dispuestos a pelear esa batalla precisamente porque han comprendido que la memoria es una llave para construir presente y futuro. Frente a su memoria rancia y excluyente, la memoria feminista se hace más necesaria que nunca pues es la memoria de la supervivencia de unos saberes, luchas y experiencias que intentaron arrancarnos sin saber que eran semilla.

A enraizar, hermanas,

hasta enterrarlos en el mar.

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