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Justa Freire, nada más y nada menos que una maestra

Por José Luis Gordo, Ana Llorente y José Carlos Tobalina, de la Fundación Ángel Llorca

Justa, una vez más, olvidada por la ciudadanía, humillada por los censores. Sentimos la amarga inquietud de que no pueda llegar a ser conocida por las generaciones futuras. Todo esto hace que se vuelva inexistente, cuando su existencia estuvo desbordada de acciones que repercutieron en el hecho de poder tener hoy una sociedad más justa, más democrática, más avanzada.

La calle que llevaba su nombre, Maestra Justa Freire, se convirtió así en metáfora de un camino que restituía la justicia a través de un acto poético, volvemos a desandar ese sendero cuando se elimina de nuevo su nombre del callejero; desposeyéndola de identidad, y haciendo así real esa máxima de que «lo que no se nombra no existe». Víctima y verdugo luchan una vez más por alcanzar ese lugar notorio en el que uno debe ineludiblemente prescindir del otro. Dos nombres antagónicos, dos significados opuestos.

¿Dejaremos que la víctima padezca la falta de reconocimiento incluso después de la muerte? ¿Consentiremos en devolverla de este modo a una nueva cárcel?: la del olvido esta vez.

Ni sus huesos ni su rostro están ya, pero su nombre puede resonar en los oídos de los que no pudieron conocer la grandeza de su trabajo y al nombrar la calle reivindicar con ella la dignidad de la profesión del magisterio y dejar que su nombre trascienda en la sonoridad del significado que proyecta.

Justa Freire Méndez (1896-1965) fue una maestra comprometida con la escuela pública. Comenzó su carrera en un pueblo de Ávila, Casillas y, posteriormente, fue seleccionada para formar parte del experimento pedagógico que tuvo lugar en el «Grupo Escolar Cervantes» de Madrid. Su director, Ángel Llorca, siempre defendió las escuelas públicas y mixtas y aunque no lo pudo conseguir hasta 1931, sí pudo incorporar maestras a su escuela. En 1933, Justa ocupó la dirección de una de las nuevas escuelas graduadas de la capital, el colegio «Alfredo Calderón». En ambos centros desarrolló metodologías educativas renovadoras y creó climas organizativos muy avanzados para la época. Fue una de las pocas maestras españolas que dio clase en un colegio masculino, y que posteriormente ejerció su liderazgo como directora de un grupo de maestros y maestras. En 1936 era ya una de las maestras más conocidas de España, y el «Alfredo Calderón» era visitado habitualmente por grupos de educadores y de estudiantes de las Escuelas de Magisterio y de la Sección de Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras.

Justa Freire, nada más y nada menos que una maestraUna de las claves de su pensamiento pedagógico fue la importancia que concedía a la creación de un ambiente adecuado, en el que se aunaran lo ético y lo estético. Sus ideas encontraron afinidad en las experiencias educativas que desarrolló el «Grupo Escolar Cervantes» junto al Maestro Ángel Llorca y a un equipo de docentes que pusieron en práctica en el marco de la escuela pública las ideas convergentes de la Institución Libre de enseñanza y el Movimiento Internacional de Escuela Nueva. Siempre la escuela pública en su horizonte.

Su trayectoria profesional y personal estuvo marcada por una concepción del Magisterio vinculada al desarrollo de todas las capacidades de las niñas y los niños y a la mejora social, apostando porque ambas cosas debían hacerse desde la escuela pública.

Su vocación empezó desde su propia infancia, en su pueblo, en su escuela, motivada no por seguir el modelo de sus maestros sino por conseguir un modelo educativo diferente. Aprendió a leer a los tres años y recitaba a sus compañeras lo aprendido para que lo interiorizaran y evitaran así los castigos del maestro. A los 14 años empezó sus estudios en la Escuela Normal de Maestras de Zamora (1910) y en el curso 1913-1914 acabó todo el segundo curso del Grado Superior, con Sobresaliente en las once materias. Fue la primera de su promoción en los exámenes de Reválida de Maestra Superior que superó también con Sobresaliente. Se le concedió el Premio Extraordinario de fin de Estudios.

La Catedrática de Historia de la Educación, miembro de la Fundación Ángel Llorca, Dña. María Del Mar del Pozo Andrés, en su libro Justa Freire o la pasión de educar cuenta que Justa fue nada más y nada menos que una maestra de Escuela Primaria. «Digo "Nada más y nada menos" porque, en un país donde la figura del docente ha estado siempre ligada en la mentalidad popular a una imagen de pobreza y modestia, el dedicarse a la enseñanza se ha considerado como algo de escaso prestigio y parca brillantez social. "Nada más y nada menos" porque, en el fondo, todo el mundo sospecha de la importancia que tiene la maestra o el maestro en la sociedad, y, aunque casi nuca se exprese con palabras, se manifiesta a través de los hechos. ¿Cómo interpretar, si no, la obsesión legisladora sobre la educación pública que han demostrado absolutamente todos los gobiernos en los doscientos años de existencia del sistema educativo español?».

Como señalaba el informe McKinsey en el análisis sobre el informe PISA: la clave principal para una educación de calidad en cualquier país se encuentra en la buena formación de maestras y maestros, llegando a afirmar que ningún país puede alcanzar un nivel educativo por encima del nivel de formación que tenga el profesorado. Esta inquietud, puesta de manifiesto hace pocos años, ya era concebida por Justa y muchas de sus compañeras y compañeros contemporáneos, esto es lo que hizo que participara en círculos de reflexión y difusión de un modelo de escuela nueva que valorara el proceso de aprendizaje de cada sujeto, poniéndolo en el centro de la acción educativa en vez de que ese centro lo ocupara el currículo. Esta concepción activa de la educación se fue fortaleciendo con su participación en foros nacionales e internacionales. Formó parte de la organización en España del homenaje a Pestalozzi en el centenario de su muerte, se integró en la sección española de la Liga Internacional de la Escuela Nueva, participó en la Revista Pedagógica dirigida por Lorenzo Luzuriaga, viajó a Francia y Bélgica en el verano de 1921 para conocer las prácticas educativas influidas por la corriente de Escuela Nueva o participó en 1925 en el tercer Congreso Internacional de Escuelas Nuevas en Alemania.

También se vinculó al mundo científico e intelectual de la época participando en tertulias tan prestigiosas como la del Café de Negrín en la Residencia de Estudiantes donde ella y su compañera Elisa Alonso asistían en medio de un ambiente fundamentalmente masculino.

Durante la Guerra Civil dirigió una experiencia de colonias escolares en Valencia, la denominada Comunidades Familiares de Educación y supervisó otras experiencias similares en Levante. Al acabar la contienda fue separada de su puesto de directora escolar y encarcelada después de someterse a un Consejo de Guerra en el que se la acusó, entre otros cargos, de seguir las ideas de la Institución Libre de Enseñanza. En la cárcel de Ventas, en la que permaneció dos años, ayudó a otras presas a sobrevivir, enseñándoles a leer y escribir y creando el Orfeón de Santa Teresa, en el que las canciones regionales y religiosas, a las que las mujeres daban muy diferentes significados, les sirvieron para resistir y mantener la dignidad.

Una vez liberada, Justa Freire sobrevivió dando clases particulares en su casa, hasta que fue rescatada por el hispanista Walter Starkie para formar parte del equipo docente del recién creado Colegio Británico. Nunca volvió a ejercer en una escuela pública de Madrid, pero fue durante muchos años y hasta casi el día de su muerte, la profesora de Literatura y Religión del Colegio Británico, formando a muchos hijos de autoridades del régimen franquista, el mismo régimen que la había condenado. Aunque este régimen cercenó una carrera brillante, Justa Freire fue feliz porque pudo dedicarse a su pasión, la enseñanza.

Esta es la historia de amor, de un amor profundo a una profesión y el destino de ese amor es el rescatar del olvido a aquellos maestros y maestras que realizaban unas pedagogías renovadoras y transformadoras en lo educativo y en lo social. Ayudándonos hoy a entender que son pedagogías que tienen plena vigencia actual y más aún en estos momentos de regresión. En estas calles debiera latir viva la historia de nuestra España y sonar el eco de la llamada de nuestros maestros y maestras, cuya historia corre por nuestras venas.

Si Justa Freire hoy pudiera asomarse a estos actos en los que se reivindica su nombre, lo importante de todo esto para ella sería el hecho de que con su nombre se pone en valor la profesión del magisterio: de la maestra, del maestro que, en su lugar silencioso, llamado aula, logran llenar de magia y alborozo las paredes de un mundo finito y convertirlo en paraísos de ensueño.

(En este artículo se recogen párrafos tomados de POZO ANDRÉS, Mª del Mar (2013). Justa Freire o la pasión de educar. Biografía de una maestra atrapada en la historia de España (1896-1965). Madrid. Octaedro).

Imagen: Carnet profesional de Justa Freire como maestra nacional (septiembre de 1956). Legado Justa Freire. Fundación Ángel Llorca.

 

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