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Alcalde Almeida: Muera la inteligencia (y la decencia)

El pasado martes 8 de noviembre, el alcalde de Madrid, Martínez Almeida, ha inaugurado el monumento al legionario que llevaba ya unos meses instalado en el Paseo de la Castellana, cerca del monumento a la Constitución. El monumento, de unos 6 metros de altura, consiste en una figura de legionario con el traje y armamento propios de la infausta guerra del Rif de los años 20 del siglo pasado, y es una donación realizada el pasado año por la Fundación Museo del Ejército en conmemoración de los 100 años de aquella.Alcalde Almeida: Muera la inteligencia (y la decencia)

Con motivo de su anuncio, se creó en 2021 en Madrid una Coordinadora Contra el Monumento al Legionario formada por diversas entidades memorialistas, ciudadanas, culturales, sindicales y demás, que expresaba así su total rechazo a la instalación del monumento y a la ‘celebración’ de las guerras coloniales del norte de África:

Pocos motivos podían ser más equivocados para conmemorar, pues al escoger un militar de 1921 se está exaltando el cuerpo expedicionario creado expresamente para intervenir en la Guerra Colonial del Rif (1909-1927), uno de los episodios más sangrientos, antidemocráticos y racistas de la Monarquía de Alfonso XIII y la Dictadura de Miguel Primo de Rivera. En ese conflicto, la Legión fue responsable de terribles crímenes de guerra y contra la humanidad en el antiguo protectorado español del norte de Marruecos: genocidios en retaguardia, violaciones sistemáticas a mujeres, uso indiscriminado del gas mostaza y otros gases letales (prohibidos por el Tratado de Versalles) contra la población civil rifeña, asesinato de prisioneros, decapitación y mutilación de sus cuerpos y el uso de sus cabezas y extremidades como trofeos de guerra...

Esos mismos crímenes de guerra, también sobre población civil indefensa, especialmente mujeres y prisioneros, los repitió la Legión posteriormente en España en la represión de la Revolución de Asturias (1934) y durante nuestra Guerra Civil (1936-1939) posterior al golpe de Estado contra la República, en lugares tan recordados como Extremadura y, singularmente, Badajoz.

Mientras otros países europeos, como Italia, Alemania o Francia, que también utilizaron fuerzas expedicionarias en su política colonial en África (de hecho la Legión española se inspira en la Legión Extranjera francesa), han reconocido el daño causado a las poblaciones africanas y han pedido perdón, no puede tolerarse que la política conmemorativa y monumental del Ayuntamiento de Madrid exalte el odio, la violencia extrema, el racismo y el supremacismo inherentes a las guerras coloniales, en lugar defender los Derechos Humanos y los valores del antifascismo y antitotalitarismo, que en nuestro país tienen una inequívoca expresión histórica: el antifranquismo.

El acto de inauguración ha constituido en sí mismo otro espectáculo antidemocrático y escándalo social: un alcalde, rodeado de legionarios, militares y neofascistas, prácticamente disculpándose por la inexistencia en Madrid de acuartelamiento de la Legión, y apelando en contrapartida a los numerosos vestigios de esta que permanecen en forma de toponimia y simbología. Vanagloriándose por la existencia de una calle dedicada al general Millán Astray (creador de la Legión) en el distrito de Latina, asunto este controvertido y contestado de forma sostenida por amplios sectores ciudadanos representados por la Plataforma Justa Freire, que reclaman la devolución del nombre de esta maestra republicana a aquella calle, tal como acordó el Ayuntamiento en 2017 (sin ningún voto en contra, por cierto).

Sobre Millán Astray (el franquista militar de viva la muerte y muera la inteligencia) no vale la pena en este breve texto esbozar otra semblanza como las que se han escrito estos días; sí, en cambio, expresar la duda que siempre cabe cuando algún/a alevín derechista se desliza por la pendiente de la apología fascista: ¿hasta dónde esa deriva es fruto de la ignorancia de la historia y hasta dónde de sus auténticas convicciones totalitarias? Tiendo a creer que es una mezcla de ambas deficiencias democráticas, esto es, incultura más miseria ideológica, una mezcla clásica en el caldo de cultivo del fascismo.

Por lo demás, estos lamentables hechos protagonizados por el actual ayuntamiento madrileño no pueden sorprendernos viniendo de una alcaldía reconocida enemiga de la Memoria Democrática, cuya legislatura se inició con la vandálica destrucción del Memorial del Cementerio Este (o de La Almudena) y está jalonada con los cambios de nombre de las calles de Indalecio Prieto y Largo Caballero, y la destrucción de la lápida dedicada a este último, la renuncia a recurrir las sentencias contra otros cambios de nombres franquistas de calles realizados en la anterior legislatura (presidida por Manuela Carmena), entre otros atropellos.

Todo ello sucede, además, a pocas semanas de la entrada en vigor, el día 21 del pasado mes de octubre, de la nueva Ley de Memoria Democrática (Ley 20/2022), que, entre otras cosas, establece un régimen sancionador para actos como el de la instalación de un monumento que, de acuerdo al artículos 62, constituiría delito muy grave al exaltar a ‘dirigentes’ y ‘participantes en el sistema represivo’ de la Guerra y la Dictadura, provocando evidente menosprecio y humillación a sus víctimas y familiares.

Pero si la política (anti)memorialista del ayuntamiento ofende nuestros valores democráticos, también supone un atropello en términos de derecho a la ciudad, en concreto del derecho a la transparencia y participación colectiva en las decisiones que afectan a los espacios públicos y su simbología. En ese sentido, la Coordinadora Contra el Monumento al Legionario también ha cuestionado una política monumental municipal de aluvión que acepta sin más las donaciones efectuadas por aquellos grupos o estamentos que pueden costearlas, y denuncia además que su instalación no ha sido aprobada por las correspondientes comisiones de Patrimonio Histórico y Cultural local y regional, a pesar de que se encuentra en el recinto protegido de la Villa de Madrid, declarado Bien de Interés Cultural.

El Monumento al Legionario no es sino un nuevo hito antidemocrático que envilece el espacio público de una ciudad como Madrid, que de momento carece de espacios y lugares de memoria democrática debidamente señalizados y documentados que hagan justicia a su historia reciente, en particular a su implacable asedio por las tropas franquistas (con la ayuda de la aviación alemana e italiana) durante la guerra, o a la represión y la lucha por las libertades y derechos civiles, durante la dictadura y la transición. La permanencia de un Arco de la Victoria o de la antigua DGS (actual sede de la Presidencia de la Comunidad, en la Puerta del Sol) sin resignificación alguna, así como la destrucción de la cárcel de Carabanchel, son algunos de los hitos de un territorio suspendido en un limbo predemocrático y que, por el contrario, ve sus calles de nuevo mancilladas con ostentaciones de soberbia militarista y totalitaria como este monumento al legionario.

¿Hasta cuándo la sociedad madrileña vamos a permitir que se erijan monumentos contra la memoria democrática y se ofenda a las víctimas del colonialismo y el franquismo en nuestras calles? Respondamos en la calle, en los tribunales y en las instituciones, y recordémoslo también en las urnas dentro de unos meses.

Luis Suárez-Carreño, miembro de La Comuna, presxs y represaliadxs del franquismo, y de la Plataforma Contra el Monumento al Legionario.

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