Por Jesús Rodríguez Barrio. Activista de La Comuna
Conocí a Chato a finales de los años 70 del siglo pasado, años de compromiso y de militancia política contra la última dictadura fascista de Europa. Pero la inmensa humanidad de Chato no la pude conocer hasta que nos asociamos en el proyecto ilusionante que nos unió en el gran abrazo de La Comuna. Diez años que nos unieron para siempre en la defensa de los derechos humanos de las víctimas del franquismo.
Las reuniones en su compañía eran un intercambio fraternal en el que discutíamos de todo en torno a nuestros objetivos de justicia, verdad y memoria. Reuniones que siempre culminábamos sentados a una mesa mientras tomábamos unos vinos o cañas y seguíamos hablando de todo. Nunca nos faltó su abrazo a quienes pasamos por momentos difíciles en aquellos años. Nunca pudimos tener mejor estímulo que recibir una sonrisa suya cuando conseguíamos un pequeño avance en nuestra lucha por la memoria. En esos diez años hicimos una enorme contribución para sacar la memoria del pozo del olvido.
Hemos leído mucho sobre su lucha infatigable. Fue de los imprescindibles que lucharon toda su vida. Pero yo recuerdo con especial cariño al Chato de los últimos meses. El que no solo nos quería sino que también se dejó querer por quienes le queríamos.
La lucha por los derechos de los desaparecidos, de los asesinados, de los perseguidos, de los torturados, de los encarcelados, de quienes fueron olvidados y abandonados por todos los poderes que deberían protegerlos, es un acto de amor que constituye la esencia del memorialismo. Chato nos recordaba todo eso con el brillo de su mirada, más cálido y cercano que nunca, cuando sentía nuestro cariño en aquellos días contados.
Siempre a nuestro lado, nunca estuvo solo en aquel tiempo difícil. El honor que nos transmitió por haber estado con quienes le queríamos es el que ahora seguimos sintiendo por haber recorrido a su lado el camino de la memoria.
Tres años después, seguimos recordando a Chato cada día de nuestro presente. Ese momento único en el que escribimos las páginas del libro de nuestra vida. La memoria de Chato es nuestra lucha del presente. Es la memoria de nuestra lucha, aquí y ahora, por la justicia, la verdad, la memoria y los derechos fundamentales de las personas.
Estamos vivos mientras podemos recordar. Y los recuerdos están vivos mientras podemos escribirlos. Si nadie los escribe, morirán también.
Por eso, hoy recordamos a Chato y lo sentimos más vivo que nunca. Y todos los sábados seguiremos escribiendo esta columna. Aquí escribimos la memoria del pasado y el presente. Para que no sea arrastrada por el viento, como las hojas secas. Para que no sea borrada, como la huella en la arena que cubren las olas.
Sin la memoria no somos nada. Vivir mañana será un regalo si el recuerdo de ese día merece ser grabado en la memoria.
Comentarios
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