Del 20 al 23 de septiembre se van a reunir en Nueva York los 189 Jefes de Estado de los países que firmaron la Declaración del Milenio en 2000. Gobiernos ricos y pobres se pusieron de acuerdo en trabajar para acercarnos, en un plazo de 15 años, al mundo que queremos, expresado a través de los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Cada cinco años, se han de reunir para comprobar si se cumplen los compromisos y con ello se avanza en la lucha contra la pobreza. Toca revisión, y los líderes mundiales van a tener que pasar el trago de explicar qué han estado haciendo hasta ahora y qué propuestas traen para mejorar la marcha de un tren cuyos viajeros no pueden permitirse esperar a que se nos olviden los hedge funds.
En 2005, en vista del reducido progreso de los ODM y gracias a una gran presión y movilización social expresada en campañas internacionales, el G8 y la Unión Europea trajeron a Naciones Unidas promesas renovadas y muy concretas, sobre todo en cuanto su ayuda al desarrollo: el G8, una ayuda incrementada en 50.000 millones de dólares para 2010, la mitad para África; y la UE, el 0’7% para 2015. Entonces, la Unión Europea y el G8 "rivalizaban" por demostrar el liderazgo en las agendas globales, incluida la lucha contra la pobreza, y lanzaron estos compromisos como prenda para captar el apoyo del resto de países de Naciones Unidas.
Las promesas no se han cumplido, y no valdrá el escudo omnipresente de la crisis económica. Después de que en los últimos dos años nuestros estados y las instituciones internacionales hayan destapado una capacidad apoteósica para promover cambios de rumbo inusitados, movilizar cifras de vértigo y poner de acuerdo a decenas de líderes, si estos gobernantes regresaran a sus dominios el día 23 habiendo dejado en Naciones Unidas sólo bonitas palabras y no un plan de acción para rescatar también los ODM, deberíamos pasarlos a todos por la picota de la urna electoral tan pronto como fuera posible.
Mañana nos encontraremos aquí con una Unión Europea desorientada por la falta de liderazgos internos y en pérdida flagrante de importancia en el mundo globalizado, al igual que el G8. De lo que va a pasar esta vez aquí en Nueva York, la única certeza es que ni Ban Ki-Moon, con todo su optimismo, va a poder decir que las metas quedan más cerca: estamos en plena cumbre de la pobreza. Más de 1.400 millones de personas esperan nuestro tren con menos de 30 euros al mes, con los que tienen que comprar alimentos y semillas, pagar al maestro y los cuadernos, pagar al médico y las medicinas y prepararse por si no llueve nada o por si llueve demasiado. Lo que van a hacer ante esto la Unión Europea, Estados Unidos o las nuevas potencias en desarrollo del G20, es toda una incógnita que empezaremos a descifrar en unas horas, cuando empiecen a llegar todas las delegaciones oficiales. Las ONG estamos ya aquí esperando para contar lo que dicen nuestros gobernantes en Naciones Unidas. Vayan buscando su papeleta.porno
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