Versión Libre

Desde mi confinamiento

María del Mar Fajardo

Lectora de Público

Desde mi confinamiento
Un gato ante una ventana. Imagen de Keenan Barber.

Yo tenía una vida.

Salía a trabajar.

Viajaba.

Cámara al hombro y guitarra en mano, conducía mi coche hacia parajes  y pueblos, a menudo abandonados. Observaba el cambio de estaciones de un viaje al siguiente. Andaba mucho, fotografiando un árbol, una planta, una tormenta... Experimentaba el olor a hierba fresca, a tierra húmeda... Me deleitaba escuchando el sonido de las aves. Respiraba profundamente... Me dejaba sorprender por lo que la naturaleza me ofrecía y, a menudo encontraba la mayor belleza allí dónde no la esperaba. Pero eso formaba parte del encanto. Una metáfora de la vida.

Recorría kilómetros.  Descubría alojamientos y sus alrededores. Me deleitaba con la arquitectura de las casas y su decoración, y las recorría cámara en mano. Me informaba de los lugares de interés. Era fácil la charla con la gente del lugar o, con algún turista... Era un auténtico placer para la vista perder tu mirada a lo lejos... Vivía el placer de visualizar las fotos realizadas y los ratos de descanso al sonido de una guitarra, que rasgaba con pasión y emoción.

Esa fue mi vida anterior al confinamiento. Ahora en casa por obligación  rememoro todos esos momentos de felicidad apacible y recuerdos imborrables, y me ayudan en esta situación actual de falta de libertad.

Tengo una vida sencilla, fácil. Soy afortunada. Vivo sola con mi gato y mi familia es diminuta. Así y todo, he vivido momentos de incertidumbre, una operación en la familia. Tuve que vivir una situación de confinamiento debido a una enfermedad importante años atrás. Por los efectos de la medicación y por el cansancio que padecía, no salía a la calle. Una situación de falta de libertad que suponía la sensación de que el tiempo no transcurría. Tachaba cada día en el calendario a la espera del fin del tratamiento. Y pasó, y de momento las revisiones van sido positivas. Pero por ese motivo soy paciente de riesgo y en el trabajo me mandaron a casa días antes de que se declarase el estado de alarma, así que casi llevo ya un mes confinada en casa.

En este tiempo tengo que tele trabajar y, el resto del día me dedico a la guitarra, a leer, a informarme de la situación por medios digitales, a ver mis fotos y, por momentos, a enfadarme profundamente por tanto político desaprensivo. Espero que en su momento la ciudadanía los ponga en el lugar que se merecen.

Soy afortunada en mi confinamiento. Vivo en un piso exterior con varias estancias, rodeado de zonas verdes y, árboles que veo muy cerca con sólo abrir la ventana. No tengo que aguantar a nadie en mi hogar, con lo difícil que es la convivencia siempre... y tengo pasiones que disfrutar que hacen el encierro mucho más llevadero. Así y todo, está siendo duro. He dejado de ir a la piscina, a las clases de historia, a las excursiones de senderismo. He dejado de charlar con mis compañeros cara a cara... y me resiento de no moverme así que, he tenido que empezar a hacer un poco de gimnasia en casa. Es duro pero necesario. Desde  mi modesta contribución, lucho contra la injusticia y, alzo la voz cuando en mi entorno se toman por naturales situaciones sangrantes.

Salgo a mi ventana a aplaudir todas las tardes y me emociona. Me siento ciudadana del mundo. Ahora, igual que antes, no me siento sola. Siento que formo parte de una Humanidad y que cualquier cosa que afecte a otros, estén cerca o lejos, se refiere a mí también...

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