Versión Libre

Paseando hacia Galdós

Mayte Embuena

Guía profesional y amiga de Público

Arco de la Plaza Mayor de Madrid. Foto de Víctor García (Unsplash)
Arco de la Plaza Mayor de Madrid. Foto: Víctor García / Unsplash.

En 2020 se cumple un siglo de la muerte de Galdós. En confinamiento, sin poder salir a acompañar sus calles, pensé que la salida sería un buen momento para conocer mejor a este escritor y su Madrid. Benito Pérez Galdós es uno de tantos madrileños importados: como Carandell, como Mingote, como tantos hubo y habrá, que este no es terruño, sino solar sin valla ni tapia que lo cele. Digo "es", porque es imposible, habiendo leído a Galdós, no sentirlo al recorrer sus escenarios, su Madrid, que milagrosamente aún existe.

Galdós es el Dickens español. Si este contaba las miserias de un naciente Imperio,  Galdós retrata las miserias de uno que naufraga. Su anticlericlarismo, aún siendo menos decidido que el de Blasco Ibañez, le valió la cerril oposición al premio Nobel por parte de los sectores conservadores y de esa Iglesia militante que tan bien representa Guillermina, la mesiánica fundadora de Fortunata y Jacinta: dos veces, dos, estuvo "nominado", y esas mismas dos veces, toda la maquinaria retrógrada se alzó para impedirlo, y, ¡pobre Don Benito!, ahora que iba a ser su momento, cuando llega su centenario... lo desaparece la maldita pandemia.

Tampoco es que antes del encierro hubiéramos dado grandes muestras de aprecio: no se han reeditado muchas de sus obras, desafío a quien haya podido encontrar "Fortunata y Jacinta" nuevo o en manos de un librero de lance. Pero es que a Don Benito le hemos ninguneado desde la escuela,desde que tuvimos que leer al, para mí, insoportable Gabrielillo en los "Episodios Nacionales", como hemos aborrecido de escolares a Juan Ramón Jimenez y su "Platero" o a tantos otros escritores condenados a ser objeto de comentario de texto, por la vía de la obligación.

Mi intención pues,es la de despertar la curiosidad sobre otro Galdós, más amable y cercano, precisamente ahora que hemos dejado de pasear en sueños, y podemos pasear con cuidado por Madrid, dejar que él nos lleve prendidos en el habla de sus personajes, a través del Madrid que es un personaje más en sus obras: levantar la vista ante el Palacio Real -me gusta llamarlo como paradoja Palacio de Oriente, porque su balconada está muy bien orientada en sentido contrario, a occidente- para ver el mundo abigarrado que pulula en sus buhardillas. Desde ellas, asomarse al escalinata con la marquesa de Tellería, o acompañar a Rosalía Pipaón, calle Mayor arriba, para ser testigos de su inevitable ruina. Esa calle Mayor que Madrid conserva como pueblo que aún es, y que nos deja ante una galería de personajes que se entrecruzan en la Plaza Mayor: Fortunata, Estupiñá, Maximiliano, José Izquierdo... y en pocos pasos, dejando atrás ese mundo de puesteras, casquerías y cuartillos, encontrarnos en la Plaza de Pontejos con Juanito Santa Cruz, Baldomera, Jacinta y Guillermina, tan reales como cercanos.

En estas novelas no hay interminables combates navales, ni maniobras militares. Hay, en cambio, la eterna lucha de las pasiones, la desintegración moral de los protagonistas, la vanidad y artificio de una sociedad heredera de la picaresca, ignorante y ajena al próximo fin de siglo o a los cambios acaecidos en el que viven.

He pensado en acercarnos en video para explicar ese Madrid de entonces, tan distante de las otras capitales europeas,con el único objetivo de provocar la imperiosa necesidad de conocer la ciudad protagonista de las obras de Galdós en su centenario. Si es leyéndolo, bueno sea, y si es viniendo a verla, ojalá sea una guía local de Madrid, como lo soy yo, la anfitriona de tu visita, para que saques todo el partido posible de ese paseo hacia el Madrid de Galdós.

Leer, pasear, aprender y disfrutar son algunos de los placeres más importantes que nos quedan.

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