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Las niñas, los niños y el abuso sexual

Sara Yáñez Castilla

Estudiante de Bachillerato

Las niñas, los niños y el abuso sexual
Adolescentes en un patio. Imagen de Elliott Reyna / Unsplash.

Los abusos sexuales a niñas por parte de niños están totalmente normalizados. Conductas como tocar el culo, levantar faldas, decirles obscenidades, amenazar con violarlas, masturbarse delante de ellas... son agresiones y forman parte de la cultura de la violación porque al quedar impunes se están tolerando y normalizando.

Las razones que tengo para argumentar de esta manera son sencillas: vivo en este mundo y hasta hace relativamente poco he sido una niña que ha sufrido, como tantas otras, comportamientos intrusivos e invasores de mi intimidad por parte de otros niños, sintiéndome sola e incomprendida por la reacción de los adultos de mi alrededor. Las reacciones de estos adultos supuestamente responsables de mi educación fueron indiferentes, y en algunos casos -como lo son comentarios sexistas y machistas que recibo casi diariamente-, lo siguen siendo. Tengo dos hermanas pequeñas y a menudo puedo escuchar y observar cómo se sienten incómodas, incluso anonadadas con algunos comportamientos de sus compañeros, sin saber cómo reaccionar, porque nadie les ha enseñado. No entiendo cómo los padres y en general, responsables de la educación de los niños y niñas, siendo conscientes de el gran problema estructural de sexismo y machismo que sufrimos todos, no se preocupan, o al menos no se ocupan de educar a estos pequeños seres dependientes de su entorno, para prevenirlo e incluso erradicarlo.

Todos comprendemos, o al menos tenemos bastante claro lo que es un abuso sexual. Primero voy a diferenciar entre abuso y agresión según el Código Penal español:

El delito de abuso sexual es acceder al cuerpo de otra persona sin consentimiento y sin violencia física. También si ocurre sobre los menores de edad, que no pueden prestar por ello ese consentimiento; con las personas con algún tipo de incapacidad y con aquellas que están bebidas o drogadas y que por tanto, no están en condiciones de autorizar esa actividad sexual.

En cuanto a la agresión sexual, consiste en acceder al cuerpo de la otra persona para una actividad explícitamente sexual, sin consentimiento y mediante la violencia. Su forma más grave es la penetración, pero no la única.

Ahora, algunos ejemplos de lo que entendemos como abuso sexual: alguien que toca tus pechos, trasero, o partes íntimas sin tu consentimiento. Alguien que te muestra sus genitales o te fuerza a que los toques sin tu consentimiento... Alguien que te da palmadas en el trasero sin tu consentimiento.

Gracias al feminismo todas tenemos claro cuándo estamos siendo abusadas o cuando lo hemos sido, pero, ¿por qué cuando una niña nos cuenta que un niño le ha hecho lo que podría hacernos a nosotras un hombre adulto, no le damos importancia o incluso nos lo tomamos a risa? Solemos pensar que son cosas de niños, actitudes sin importancia, hasta llegamos a decirles a las niñas "eso es porque le gustas", haciendo así que acaben creyendo que hasta deben sentirse halagadas aunque lo que les estén haciendo no les guste. Pero lo cierto es que las pequeñas son totalmente conscientes de cómo reaccionamos los mayores y perciben el mensaje que queda tras nuestras respuestas. Los niños, al no ser educados en el respeto y el consentimiento, sobreentienden, inconscientemente, que la sociedad tolera los abusos sexuales a las mujeres, y que los toma como bromas o como parte normal del uso del espacio. Aprenden a intimidar a sus compañeras y a controlar su conducta a través del abuso sexual. Mientras las niñas aprenden que la sociedad tolera las agresiones que sufren y que quitará importancia a lo que le hicieron porque "son cosas de niños", "no se dan cuenta de lo que hacen". Aprenden que están solas ante los abusos y agresiones, aprenden a normalizar la violencia que reciben hasta que llega un momento en el que no saben que están siendo agredidas. Aprenden a silenciar el rechazo de sus cuerpos y a quitarle importancia. A los cinco años son cosas de niños, a los diez son bromas sin importancia, a los 16 son las hormonas... ¿Y a los 20, 30 o 40 años? No hay excusa, la raíz del problema siempre fue la educación. A esto se le llama cultura de la violación.  Para eso estamos los adultos, para deconstruirnos, reconstruirnos, aprender y cambiar las cosas para poder construir una educación más sana y respetuosa para el futuro.

Si queremos entender por qué es peligroso que se normalicen estas actitudes debemos hablar de la cultura de la violación. Esta se da en entornos sociales que permiten que se normalice y justifique la violencia sexual, estos entornos se alimentan de las persistentes desigualdades de género y las actitudes sobre el género y la sexualidad. El consentimiento tiene que estar siempre claro, estemos en una relación formal o sólo entre amigos, es muy importante aprender a poner y respetar límites. Todo esto los niños no lo aprenden solos, sí es cierto que poco a poco, con su crecimiento personal aprenderán cada vez más, pero los principales responsables de que los más pequeños comprendan qué actitudes están mal y por qué, somos los mayores. Algunos ejemplos de cultura de la violación son, entre muchos otros: que alguna canción o alguna persona le diga a las mujeres: "tú sabes que quieres" porque hay "líneas borrosas" respecto al consentimiento, apoyar a deportistas condenados por agresión sexual o violación y decir que sus víctimas quieren acabar con sus carreras, tomar como bromas los tocamientos e invalidar la incomodidad que ha sufrido la persona agredida, llamar mentirosas a las mujeres que tienen el valor de denunciar a sus violadores, las bromas y chistes sobre violaciones, y  decir que hay muchos casos de denuncias falsas cuando en realidad no superan el 1% (en España).

Es normal que los niños hagan las cosas mal si es así como han aprendido que se deben hacer. Pueden tomar malas decisiones al igual que buenas, y lo mismo pasa con sus actitudes, pero eso no les convierte en niños malos o niños buenos, son sólo pequeñas personitas en proceso de aprendizaje a las cuales debemos guiar para que en un futuro sí que sean buenas. Los errores están y estarán presentes en cualquier ser humano, da igual la edad. Hagamos que un mal comportamiento sea sólo un error y no una conducta repetitiva, enseñémosles a rectificar y a comprender la importancia del respeto.

Si lo que queremos es acompañar el crecimiento de nuestro peque más cercano es imprescindible no criminalizar sus conductas, no tratarlo como un adulto ni como a alguien completamente responsable y consciente de su actos, porque no es así. Hay que tener presente que está aprendiendo, hay que explicarle las cosas despacio y escuchar sus necesidades para que se sienta lo más cercano o cercana posible a nosotros, que se sienta segura y comprendida para educarlos desde la cercanía y entiendan el por qué de las cosas desde un principio y no simplemente lo asuman "porque sí" o "porque lo dice mamá o la profesora", en caso de que sea así, cada vez será más complicado que entiendan las cosas pues simplemente actuarán por obediencia y lo más probable es que en un futuro no sean  personas con pensamiento crítico. Si queremos que la  educación de los niños y niñas sirva para algo y construyan su persona en base a la buena educación que les tratamos de dar, es fundamental que comprendan el por qué de las cosas.

Las niñas y los niños tienen maneras distintas de relacionarse con su entorno, por eso, aunque su educación no debe distinguirse por sexos, hay que hacer más hincapié en ciertos aspectos para prevenir posibles situaciones que vivirán y que sí dependen del sexo. Desde muy pequeños, para que aprendan a poner límites sobre su cuerpo y no les cueste ponerlos en un futuro, debemos enseñarles (y en esto hay que poner de nuestra parte) a pedir a la persona que esté interactuando con ella de manera física que pare si dicha interacción no está siendo de su gusto, incluso si son simples cosquillas. También debe entender que si no se está respetando su decisión y su espacio, lo que está ocurriendo está mal. Los adultos debemos respetar en todo momento su decisión de parar para que no normalicen el contacto con su cuerpo aunque ellas no lo deseen y así, en un futuro no duden de si realmente lo que les está ocurriendo (un abuso) es realmente su culpa o si verdaderamente es una broma. Dudar cuando has sufrido una agresión es algo más común de lo que podemos pensar, porque es una manera de restarle culpa al agresor y sumártela a ti y al fin y al cabo es lo que hemos aprendido tras estar toda la vida escuchando como se critica y cuestiona a las mujeres que deciden expresar y contar públicamente su experiencia con el machismo, más concretamente con una agresión sexual.

Que los más pequeños aprendan a nombrar correctamente sus partes íntimas nos va a facilitar tanto a ellos como a nosotros, que nos cuenten dónde les han tocado sin su consentimiento y a identificar dónde y cuándo deben aclarar un consentimiento más explícito con la interacción de su cuerpo. Una buena forma de enseñarles a hacer esto es preguntarles si puedes tocar sus partes íntimas a la hora de limpiarles o lavarles. Por ejemplo: "Julia, ¿puedo tocarte la vulva para limpiarla?" o "Juan, ¿puedo tocarte el pene para limpiarlo?". Parece una tontería pero esto les enseña a tener más autonomía y control sobre su propio cuerpo.

Todo esto es importante recordarlo para aplicarlo a nuestra vida, ya que estamos en constante relación con niños y niñas.

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