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Artículo 113 de la Constitución

Gustarán más o menos, pero la democracia tiene sus reglas. Una establece los mecanismos para apear del sillón al presidente del Gobierno. La Constitución señala las vías. La habitual son las elecciones, que se celebran cada cuatro años salvo que el presidente decida anticiparlas. El artículo 112 de la Carta recoge otra posibilidad: que el jefe del Ejecutivo presente ante el Parlamento una cuestión de confianza y la pierda. Y está el artículo 113: que al menos un 10% de los diputados presente una moción de censura contra el Gobierno, con un candidato y programa alternativos. Si la ganan –por mayoría absoluta–, su candidato pasa a ser presidente.

Mariano Rajoy está impaciente por llegar a la Moncloa. Exige rabioso a Zapatero que convoque elecciones o se someta a una cuestión de confianza. Pero el presidente se niega. El líder del PP y otros dirigentes de su partido intentan derribarlo también, desde hace seis años, por otro conducto: insultándolo, descalificándolo, mofándose de él. Pero la Constitución nada dice sobre el insulto como vía de acceso a la Presidencia. Le queda, pues, a Rajoy la moción de censura. Diputados socialistas presentaron una en 1980 contra Suárez, con González como alternativa. Diputados populares plantearon otra en 1987 contra González, con Hernández Mancha de candidato. Se sabía de antemano que ambas fracasarían, pero era una forma de dar proyección pública al aspirante. González salió fortalecido y arrasó en las siguientes elecciones; Hernández Mancha quedó debilitado y cayó de la dirección del partido.

Rajoy considera que Zapatero es un peligro para España. Dice que el presidente está acabado. ¿Por qué no obra en consecuencia y activa la moción de censura, aunque la vaya a perder? Proyección pública no necesita el líder del PP, que lleva media vida bajo los focos del poder, pero sí tendría ocasión de mejorar su imagen y dejar de ser uno de los políticos peor valorados en 30 años de democracia. Además, su "¡Váyase, señor Zapatero!" dispondría de soporte constitucional. ¿A qué le teme? ¿A una alteración innecesaria en su estrategia de esperar con fruición, fumándose un puro, a que la economía española se siga hundiendo y arrastre a Zapatero? ¿A abrir nuevas luchas dentro del partido y correr la suerte de Hernández Mancha? ¿A ambas cosas a la vez?

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