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La Europa del sálvese quien pueda

Está demostrado que no basta con hacer los deberes. Las fuerzas especulativas del mercado están desatadas y los gobiernos se muestran impotentes ante su furia avasalladora. El Ejecutivo de Zapatero ha aprobado el mayor plan de ajuste de la democracia, ha impuesto una durísima reforma laboral, está decidido a cercenar más derechos mediante la reforma del sistema de pensiones, y, a pesar de ello, la desconfianza de los tiburones financieros en la deuda española alcanzó ayer cotas desconocidas desde hace 15 años.

Frente a ese embate, el discurso oficial consiste en repetir machaconamente que hay que meter sin más dilaciones el bisturí en las pensiones y acometer de inmediato la "reestructuración" de las cajas de ahorros. Reestructurar, en el lenguaje liberal dominante, significa privatizar: poner el 51% restante del ahorro español en manos de los bancos, en vez de haberse aprovechado la oportunidad para sentar las bases de una institución bancaria pública.

Lo que se está viendo, además de una crisis profunda del capitalismo, es un fracaso estrepitoso del proyecto europeo, cuyos líderes no han tenido durante los últimos años la altura de miras para acompañar la unidad económica con una unidad política. Ayer, sin ir más lejos, la Eurocámara –única institución europea elegida por votación directa– instó al Banco Central Europeo a que ayude a frenar la tormenta comprando más deuda de los estados, pero lo previsible es que ese llamado caiga en saco roto. El mensaje, muy peligroso, que se está transmitiendo a los ciudadanos es que cada Estado ha de salvarse como bien pueda.

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