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Europa y el amuleto contra los tiburones

Los líderes europeos acordaron ayer la creación, en enero de 2013, de un fondo permanente de rescate para defender el euro ante eventuales ataques especulativos. Este instrumento, que exigirá la reforma del Tratado de Lisboa, reemplazará los dos mecanismos temporales de ayuda puestos en marcha en mayo pasado a raíz de la crisis griega y que ascienden a 500.000 millones de euros, paquete que se completa con 250.000 millones del FMI.

La iniciativa del nuevo fondo lleva el inequívoco sello alemán y contiene, aunque algo matizada, una reivindicación sobre la que ya se había pronunciado la canciller Merkel: que los bancos privados puedan terminar asumiendo, "como último recurso" y sobre la base de un análisis "caso por caso", parte de la deuda pública.

La decisión tiene importancia, sin duda, pero resulta tímida, por no decir cobarde, en comparación con lo que se podría hacer si los líderes de la UE, comenzando por Merkel, tuviesen mayor estatura política. Se podría, por ejemplo, emitir eurobonos para captar financiación y transmitir, al mismo tiempo, un mensaje de cohesión continental.

O se podría animar al Banco Europeo de Inversiones (BEI) a acometer planes de inversión más ambiciosos que el Plan Marshall, como propuso recientemente el profesor Stuart Holland en un artículo en este diario. Sin lugar a dudas, el amuleto más efectivo contra los tiburones internacionales sería enviar el mensaje de que se está avanzando de cierta manera en el proceso de unión política de Europa. Pero, lamentablemente, la corriente va en sentido contrario.

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