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El pueblo desafía a Gadafi mientras la UE titubea

La vesania con que Muamar Gadafi ha intentado aplastar la revuelta popular en su país no ha conseguido su objetivo, a juzgar por las imágenes que llegaban anoche desde Libia. El pueblo continuaba volcado en las calles de las principales ciudades, en abierto desafío a un régimen criminal que ha anunciado su voluntad de morir matando. Algunas informaciones sostienen que el tirano ha perdido el control sobre el este del país y que las deserciones en las filas institucionales se multiplican con el paso de las horas. Está por ver, sin embargo, hasta dónde llegarán las posibilidades de resistencia del dictador y su capacidad para seguir infligiendo daño.

En el otro lado del Mediterráneo, Europa, siempre varios pasos atrás de los acontecimientos, estudiaba ayer imponer sanciones al régimen libio por la "brutalidad" con que está reprimiendo a su pueblo, soslayando hipócritamente que la brutalidad ha sido el elemento característico de los más de 40 años de mandato de Gadafi y una de las causas determinantes de la actual sublevación popular.

El problema de Europa es que no le conviene mirar demasiado atrás en el tiempo, porque se encontraría ante el horrible espejo de su inmoralidad política. Desde que, en 2003, George W. Bush reconvirtiese a Gadafi en aliado de su desquiciada "guerra contra el terrorismo", los líderes europeos no han cesado de cortejar al déspota, invocando, cómo no, razones geoestratégicas. El idilio ha llegado a tal punto que la UE es hoy, de lejos, el primer proveedor de armas del régimen libio. El mismo de cuya brutalidad ahora se avergüenza.

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