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A menos velocidad

El Gobierno aprobó ayer un plan para fomentar el ahorro de combustible, cuyo elemento más llamativo consiste en la reducción, a 110 kilómetros por hora, de la velocidad máxima para circular en autovías y autopistas a partir del 7 de marzo. Está bien que el Ejecutivo se movilice para hacer frente a la escalada del precio del petróleo, que ayer alcanzaba los 112 dólares por barril, sobre todo si se considera la elevada dependencia energética que tiene España del exterior. Sin embargo, en el aire ha quedado flotando la sensación de que tan extraordinaria decisión –los únicos precedentes de limitaciones de velocidad por razones energéticas en España ocurrieron en 1974 y 1976– ha sido fruto de la improvisación, como sugirió el propio vicepresidente Rubalcaba al explicarla a la prensa. Cabe recordar que en 2008, cuando el petróleo estaba mucho más caro que ahora, el Gobierno adoptó un plan de ahorro muy distinto, aún vigente, que, entre otras actuaciones, limita la temperatura en los edificios públicos y centros comerciales.

Sobre el impacto económico que tendrá la medida, existen opiniones variadas. Mientras el Gobierno calcula que se ahorrará un 15% y un 11% en consumo de gasolina y diésel, respectivamente (en total, cerca de 1.400 millones de euros), otros expertos rebajan esas cifras a un insignificante 3%. Lo que cabe esperar, en cualquier caso, es que tras esta decisión –que por su declarado carácter temporal persigue, evidentemente, corregir desviaciones macroeconómicas en el corto plazo– se acometa de una vez por todas, con coherencia, la tarea impostergable de asegurar la sostenibilidad en materia energética en España.

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