Versión Libre

Historia de dos bicefalias

Si el calendario trazado por el presidente del Gobierno se cumple, el PSOE entrará muy pronto en un estado que en argot político se denomina "bicefalia": habrá un nuevo candidato a la Moncloa, pero no ostentará de manera automática el liderazgo del partido, que seguirá bajo la batuta de Zapatero hasta después de las elecciones de 2012. ¿Es perjudicial esa situación? Mariano Rajoy, así parece creerlo, y por ello comenzó ayer mismo a criticar la inminente bicefalia socialista, omitiendo que él mismo vivió esa experiencia cuando fue designado –a dedo– candidato a la Moncloa y secretario general del PP en septiembre de 2003. Aznar, a la sazón jefe del Ejecutivo, siguió como presidente del partido hasta octubre de 2004, y sólo entonces cedió el timón a su sucesor, que ya había sido derrotado en las urnas.

En realidad, la bicefalia no es en sí misma ni buena ni mala, sino un trámite inevitable en estos casos: si el presidente del Gobierno mantiene la batuta del partido, deja transitoriamente sin este poder al nuevo candidato; y si el nuevo candidato asume la jefatura del partido, es el presidente del Gobierno quien se queda sin el mando sobre la organización. Zapatero optó por la primera fórmula, porque consideró que es lo más conveniente para garantizar la normalidad del proceso de sucesión. Además, esta bicefalia se augura transitoria, porque es previsible que, una vez se elija al candidato a la Moncloa, Zapatero le transfiera todo el protagonismo en el partido, a diferencia del celoso tutelaje que Aznar ejerció hasta el final sobre su valido Rajoy.

Más Noticias