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Es la política, estúpido

Si hay algo más enloquecido que el ataque de los especuladores contra el euro, son las interpretaciones que algunos supuestos expertos suelen hacer sobre sus causas. Ayer se produjo una ofensiva generalizada contra la divisa europea –de la que no escapó la deuda española–, y algunos analistas no tardaron ni un segundo en culpar a Zapatero, con el argumento de que el adelanto electoral que anunció para el 20 de noviembre resulta insuficiente, por tardío, para restablecer la confianza de los mercados. Aplicando un razonamiento similar podría inferirse también lo contrario: que los mercados no han acogido con satisfacción la decisión de Zapatero de marcharse antes de agotar su mandato. Ni lo uno ni lo otro. Lo que está sucediendo es de tal magnitud y entraña tales riesgos para el futuro de Europa que excede cualquier rebatiña doméstica. España es objetivo de los especuladores, pero también Italia, Bélgica y Francia. El problema de fondo es que la Unión Europea se muestra incapaz de frenar a los tiburones. No basta con más unidad política; lo que hay que definir es qué política se quiere para construir una Europa más próspera, justa y solidaria. El pensamiento conservador predominante quizá satisfaga los intereses de determinados países, primordialmente Alemania, pero para otros puede llegar a suponer una desgracia, como se está viendo en esta crisis. En contra de lo que algunos pretenden inculcar, la cruzada contra el déficit tal como está planteada no responde a razones técnicas, sino ideológicas, y frente a ella caben acciones alternativas que, entre otras cosas, estimulen el crecimiento y fortalezcan el Estado del bienestar. Es la política, estúpido.

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