Lo que sucedió ayer en Europa constituye una pequeña muestra de las posibilidades que tiene la política cuando existe voluntad de practicarla. El Banco Central Europeo (BCE) compró bonos italianos y españoles y, como consecuencia, la prima de riesgo de la deuda de los dos países se redujo drásticamente, aliviando, al menos de momento, el acoso de los especuladores contra el euro. Esto que parece tan sencillo no lo era hasta antes de ayer, cuando los guardianes de la ortodoxia monetaria descalificaban sin contemplaciones a todo aquel que reclamara una intervención más activa del emisor en la economía europea. Como decíamos, se trata sólo de una muestra pequeña de los alcances de la política, porque a través de ella se pueden lograr más cosas, incluso en el marco del sistema actual. Por ejemplo, cambiar los parámetros económicos por los que hoy se rigen el BCE y la UE: la compra de bonos de España e Italia se ha hecho con la condición de que ambos países aceleren unas reformas de clara inspiración neoliberal, que incluyen recortes sociales, privatizaciones, tijeretazos en la inversión pública y muy pocas exigencias a los grandes capitales. Prestigiosos economistas, no sólo alternativos sino del propio establishment, llevan años repitiendo que existen otras recetas, pero no han conseguido contrarrestar el discurso dominante que ha llevado al mundo al caos en el que hoy se encuentra. El desplome de las bolsas, ayer, como consecuencia de la degradación de la deuda de EEUU forma parte del mismo debate: el de la necesidad de recuperar la política para evitar que el mundo siga convertido en un imprevisible y despiadado casino.