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El ajuste interminable

El Gobierno de derechas de Portugal demostró ayer que sabe hacer los "deberes": para bajar el déficit este año hasta el 5,9% (una cifra arbitraria, asumida como un dogma), ha subido un 283% el tipo del IVA de la electricidad y el gas natural. El IVA es un tributo lineal, en el sentido de que lo pagan los consumidores sin distinción de su poder adquisitivo, de modo que el mayor peso de la recaudación caerá en las espaldas de los mismos que han estado asumiendo la carga de la crisis: las clases medias y los trabajadores. En los últimos tiempos se está intentando imponer

–incluso desde círculos socialdemócratas– el discurso de que el IVA es un impuesto progresivo, porque los ricos, al consumir más en cantidad y en calidad, acaban pagando más. Sin embargo, en la suma total, es la clase media y trabajadora, por su envergadura –y también por su menor capacidad para hacer ardides tributarios– la que termina pagando el grueso de la factura. Ocurrirá en Portugal y está ocurriendo en otros países, incluido España. Rara vez, por no decir nunca, se plantea subir de manera contundente los impuestos de la renta a los más ricos, ni de gravar con mucha más firmeza las grandes fortunas o los beneficios empresariales, aunque Berlusconi, curiosamente, incluyó alguna medida en esa línea (un "impuesto de solidaridad" para los que ganan más de 90.000 euros) en el plan de ajuste que anunció ayer. El plan también contempla la supresión de 36 provincias –que seguro generará polémica– y, cómo no, la receta eterna: facilidades en el despido, recorte de pensiones, supresión de miles de cargos públicos, etc.

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