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El reto de la conferencia del PSOE

Pese a tener todas las encuestas electorales en contra, el PSOE inició ayer su conferencia política con la esperanza de movilizar a una parte de los muchísimos votantes de izquierdas que hoy se inclinan por la abstención o por otros partidos. No será una tarea sencilla, por más que Felipe González recordara cómo estuvo a punto de ganar a Aznar en 1996 pese a que los sondeos daban 16 puntos de ventaja al PP. Las medidas de ajuste adoptadas por el Gobierno de Zapatero en el último año y medio han decepcionado a numerosos simpatizantes socialistas, a quienes no parece perturbar la perspectiva de que llegue a la Moncloa un partido que aplicaría ajustes mucho más severos, a juzgar por lo que está haciendo el PP en las comunidades donde gobierna. En su intervención en la apertura de la conferencia, Zapatero –que sin duda promovió importantes avances sociales, sobre todo en la primera legislatura– defendió su actuación económica sin ningún atisbo de autocrítica y confió en que el futuro pondrá las cosas en su lugar. El problema es que tal vez se trate de un futuro más lejano que el

20-N. Quizá el mejor momento de su discurso fue cuando, en respuesta a la estrategia del PP de achacar a Rubalcaba los planes de ajuste, dijo que a su exministro del Interior se le puede acusar de haber "recortado" a ETA o a las víctimas de accidentes de tráfico. Pero lo realmente importante de la conferencia socialista no van a ser los discursos, sino el proyecto que surja del cónclave, porque uno de los mayores retos del partido en este momento es refutar con ideas y propuestas la percepción, instalada en muchos ciudadanos, de que PSOE y PP son lo mismo. O casi.

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