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Tres consideraciones sobre el juicio a Camps

En su primera declaración dentro del juicio por el caso de los trajes, el expresident de la Generalitat y del PP valenciano Francisco Camps proclamó ayer su inocencia "absoluta" del delito de cohecho impropio que se le imputa. Esa afirmación y los argumentos con que la sustentó (básicamente, que devolvió todos los regalos) tienen un valor relativo, si se considera que el juez le había recordado previamente que su condición de acusado lo exime de la obligación de decir la verdad. A la espera de que el juicio avance y desfilen los testigos, resulta oportuno hacer tres consideraciones sobre la naturaleza de este caso, que el PP y sus medios afines pretenden devaluar como un episodio nimio de "un par de trajes" (en realidad eran una docena de trajes, zapatos, correas y americanas de lujo) por el que jamás se corrompería un dirigente de la envergadura de Camps. La primera consideración es que, como señalaba el juez Flors en su auto de 2009, constituye un error minimizar este proceso porque el precio de las prendas "pudiera parecer a alguien escaso o incluso ridículo". Dicha actitud, añadía, podría conducir a una "relativización de los valores sociales" y a una "degradación de los principios que deben regir en la actuación de quienes ejercen funciones públicas". En segundo lugar, hay que recordar que el caso de los trajes guarda íntima relación con una gigantesca trama de corrupción, la red Gürtel, que se lucró con la Administración valenciana encabezada por Camps. Por último, la dirección nacional del PP, con Rajoy en primera línea, apoyó con entusiasmo a Camps hasta que, por razones de cálculo político y no de inspiración ética, comenzó a apartarse (o eso parece) de él.

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