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Los nombres sí que importan, ministra Mato

De mala manera ha comenzado Ana Mato su singladura al frente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. En un comunicado difundido la noche del lunes con motivo del último asesinato de una mujer a manos de su pareja, Mato se refirió al suceso como un caso de "violencia en el entorno familiar", eludiendo en todo momento utilizar la expresión "violencia de género" que figura en la ley de 2004, aprobada por todos los partidos del Congreso, incluido el PP. Por lo visto, no se trató de una omisión accidental, ya que la ministra, al ser preguntada ayer por la indignación que han provocado sus palabras en amplios sectores sociales, se resistió a rectificar con el argumento de que "lo importante no es el nombre", sino que muchas mujeres sigan siendo víctimas de "las personas que en teoría más deberían quererlas". No hay que ser un conspicuo lingüista para saber que los nombres con que la sociedad designa las cosas sí importan. Y, en ocasiones, pueden contribuir a un cambio de mentalidad en los ciudadanos ante manifestaciones culturales inaceptables, como lo es sin duda el machismo. Eso es, precisamente, lo que pretendieron los redactores de la ley de 2004 al introducir la fórmula "violencia de género": luchar contra la rancia doctrina (de indudable inspiración patriarcal) de que el maltrato de las mujeres dentro de los hogares es un asunto íntimo, doméstico, en el que nadie más debe inmiscuirse. Comete, pues, un grave error la ministra al empeñarse en calificar el citado crimen por el ámbito en que se produjo, y no por la causa que subyace en él, porque su actitud supone una marcha atrás en la ya de por sí difícil lucha por la igualdad.

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