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Mal día para la memoria

Tres acontecimientos, todos ellos ocurridos ayer. En el Congreso de los Diputados, su presidente, el conservador Jesús Posada, rinde un homenaje a Manuel Fraga. Exalta su papel en la transición a la democracia, pero omite por completo su muy relevante trayectoria durante la dictadura franquista. La bancada del PP aplaude con entusiasmo; los socialistas se dividen: unos aplauden, otros no; los diputados de CiU permanecen impasibles; el PNV y los grupos minoritarios de izquierda abandonan el hemiciclo. A pocos metros de la Cámara, en el Tribunal Supremo, las víctimas del franquismo continúan declarando en la causa contra el juez Garzón. Se quejan del abandono a que los ha sometido durante décadas la Justicia española. Narran historias estremecedoras de familiares desaparecidos a los que sueñan con dar una sepultura digna. Cerca de allí, en el Senado, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, afirma que el Ejecutivo no procederá a transformar el Valle de los Caídos en un gran centro de la memoria, tal como ha recomendado una comisión de expertos, hasta que haya "consenso" en la materia. Es decir, hasta que al PP le venga en gana. Tres ejemplos, en un solo día, de los alcances de la desmemoria que algunos pretenden imponer hasta el fin de los tiempos en aras de una reconciliación mal entendida. Una reconciliación basada en la amnesia forzosa y en un torbellino de interpretaciones históricas que, en el mejor de los casos, establecen equidistancias inaceptables entre los que participaron en el régimen y los que, en consonancia con las exigencias éticas que planteara Hanna Arendt, tuvieron el coraje de decir "no".

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